José Antonio Moreno García
Albacete, 08-06-1976
Matador de toros que durante cierto espacio de tiempo alimentó entre los aficionados la posibilidad de que pudiera ser el recambio moderno al histórico Chicuelo II. De hecho, es el último torero vinculado a Cuenca con un cierto nivel de prestigio, finalmente no consolidado. Desde muy niño se radicó en Iniesta, y por ello se le ha considerado siempre torero conquense e incluso incorporó el nombre de la villa a su título profesional.
En 1989 comenzó a asistir a la Escuela Taurina de Albacete, donde aprendió los elementos básicos del arte, que puso por primera vez en público el 15 de mayo de 1992, en La Carolina (Jaén), obteniendo un sonoro triunfo en esta novillada de promoción.
Pronto visitó la plaza de Cuenca y en este caso, no se puede decir que no ha sido profeta en su tierra, pues siempre ha encontrado calor y aplausos en sus repetidas comparecencias en la capital, que luego elegiría para su despedida como novillero. Mucho antes, el 1 de octubre de 1992 (tenía sólo 15 años) había actuado en ella por primera vez, al participar en una becerrada con ocasión del IV Encuentro de la Tercera Edad. Entonces y actuando con su nombre auténtico, fue el triunfador de la tarde, cortando las orejas del animal que le tocó en suerte. Volvió a la plaza conquense el 25 de agosto de 1993, en un mano a mano con Chamón Ortega, que repitió el 23 de agosto del año siguiente. Debutó con picadores el 24 de junio de 1994, en la plaza de Albacete, con novillos de Herederos de Alfonso Sánchez, alternando con José Luis Moreno y Niño de Belén. Como novillero actuó dos veces en el coso taurino de Cuenca en el año 1995, la primera el 16 de abril y la segunda el 25 de agosto, obteniendo en ambas ocasiones reconocidos triunfos.
Tras realizar una gran temporada en México, llegó a la capital de España el 13 de abril de 1997 actuando en Las Ventas con novillos de La Quinta, que alternó con Diego Urdiales y Chamón Ortega; al primero de ellos (tercero en la tarde) le dio pinchazo y estocada desprendida, con petición de oreja y vuelta al ruedo; al último, tres pinchazos, media estocada y silencio. La tarde fue mala, según Luis M. Morcillo (El País, 14-04-97, p. 33), y la única «calidad la puso a ratos, el debutante José Antonio Iniesta. Asombroso modo de salirse toreando a la verónica al tercero, con mando y jugando bien los brazos. En la faena de muleta anduvo tranquilo, erguido y torero. Algunos pases de pecho tuvieron pureza y clasicismo». Volvió a torear en la plaza madrileña el día 20, en una tarde deslucida por la lluvia y el escaso juego de los novillos, y repitió por tercer domingo consecutivo el 27. Volvió a Las Ventas el 8 de junio de 1997, para un mano a mano con Eugenio de Mora, con pésima suerte en el reparto de los novillos, pese a lo cual consiguió los aplausos del público.
El 14 de junio sufrió una cogida en Dax (Francia) durante la faena al primer novillo. Fue intervenido quirúrgicamente de lesiones en la pantorrilla, lo que le obligó a estar una semana inactivo, teniendo que anular su presencia en Utiel, reapareciendo el 22 en Albacete, con Manolo Amador y Eugenio de Mora, donde tuvo una buena actuación, preludio de lo que sucedió al día siguiente, en que salió a hombros de la plaza de Torrejón de Ardoz. No tuvo suerte el 7 de septiembre en la Maestranza de Sevilla, con novillos de Guadalest, aunque el crítico Antonio Lorca señaló en El País que «su toreo apunta cualidades poco comunes, aunque no las evidenciara en su totalidad»
Su incipiente carrera sufrió un notable tropiezo cuando el 28 de septiembre de 1997 resultó cogido de forma gravísima en la plaza de las Ventas, donde se había organizado un mano a mano con Miguel Abellán, con ganado de Joaquín Buendía. Era el primer novillo de la tarde e Iniesta lo había recibido bien, prometiéndose todo el mundo una brillante faena cuando en un derrote del toro, el cuerno de éste alcanzó al novillero en el triángulo de Scarpa del muslo izquierdo, provocándole una horrorosa herida, con enorme pérdida de sangre. En la enfermería de la plaza madrileña fue atendido urgentemente, calificándose su estado muy grave, quedando internado en un centro sanitario; las noticias, en los días inmediatos, fueron muy pesimistas, ya que los médicos temían no poder salvar la pierna herida. La temporada le había proporcionado 38 novilladas y 37 orejas.
Sin embargo y tras varios meses de trabajo y recuperación, Iniesta volvió a quedar en condiciones de regresar al ruedo, lo que hizo en 1998, reapareciendo el 8 de febrero en la plaza de su villa, Iniesta, ocasión en que brindó su primer novillo a los cirujanos que le salvaron la vida en primera instancia y luego la pierna, que corrió serio peligro de gangrena. Tras actuar en varias plazas de la región el 19 de abril se despidió como novillero de la plaza de Cuenca, en una tarde poco lucida pero en la que mostró, ante el entusiasmo de sus paisanos, las buenas maneras que garantizaban su pase al escalafón superior. Así llegó al día esperado, el 25 de mayo, señalado para recibir la alternativa en la plaza de Las Ventas de Madrid. José Ortega Cano, que ese día se despedía de la plaza madrileña entregó los instrumentos al nuevo matador, siendo Víctor Puerto el testigo de la ceremonia. El público recibió a Iniesta con aplausos pero lo despidió en silencio, justo reconocimiento a una tarde infeliz. Los toros eran de Benítez Cubero, no muy apropiados para el lucimiento; hizo Iniesta lo que pudo, poniendo más voluntad que arte y dejando en los tendidos un sabor agridulce, necesitado de mejores suertes.
Probablemente el mayor éxito de la temporada fue el que obtuvo en La Coruña, el 9 de agosto, con toros de Victoriano del Río, a los que cortó una oreja de cada uno, saliendo a hombros de la plaza gallega. Comentando su actuación, el cronista Juan Miguel Núñez escribía: “Iniesta ha confirmado en La Coruña que es torero de brillante proyección. Encuadrado en el grupo de los clásicos, estuvo muy asentado, solemne en las posturas y movimientos, y al tiempo con mucha naturalidad”.
El matador conquense siguió desarrollando una temporada en la que hubo momentos felices, que se truncaron otra vez con dolor en la plaza de La Malagueta, de Málaga, el 17 de agosto. Entraba Iniesta a matar al sobrero, un manso de Astolfi al que le había hecho una faena atractiva y al que otorgó una gran estocada de la que, sin embargo, salió cogido de forma espeluznante. Tres fueron las heridas recibidas: una en el brazo izquierdo, otra en el tórax alcanzando los músculos pectorales y una tercera en el muslo. En estado grave fue trasladado a un hospital malagueño. Como consecuencia de este incidente, no pudo torear la semana siguiente en la feria de Cuenca.
El 8 de noviembre actuó en la plaza de Riobamba (Ecuador) consiguiendo cortar una oreja a su segundo todo, siendo el único del trío matador que consiguió tal trofeo. Era la segunda corrida de feria, que no ofreció buen ganado, por lo que Pepe Manrique y Carlos Yáñez encontraron serias dificultades, mientras que Iniesta brilló con el percal y la muleta, culminando la faena del último con una gran estocada.
De regreso a España, protagonizó una dificilísima corrida en la plaza de Leganés, el 8 de diciembre, compartiendo cartel con José Antonio Campuzano y Juan José Padilla, que estuvieron muy deslucidos. En cambio, el torero conquense consiguió el mejor resultado, siendo ovacionado en ambos toros. El cronista Luis M. Morcillo definió así su actuación: “Es José Antonio Iniesta espada de maneras clásicas y ortodoxas. Así intentó torear al tercero de la tarde, otro toro peligroso que le miraba mucho… Con el último del encierro, que salió berreando y con ímpetu, hasta el punto de astillar la madera de un burladero con sus topetazos, Iniesta estuvo, además de torero, con derroche de valor, sin arredrarse por los hachazos que atizaba la fiera” [El País, 09-12-1998]
El año 1999 no comenzó bien para él, toreando muy pocas ocasiones hasta que el 9 de mayo pudo pisar de nuevo el albero de Las Ventas, compartiendo cartel con José Luis Botes y Leonardo Benítez, tres toreros de personalidad definida y categoría natural que habían quedado fuera de los carteles de San Isidro. Sobre la actuación de Iniesta, el crítico Joaquín Vidal escribió: “Torero de buenas formas es José Antonio Iniesta y planteó sus faenas sin eludir nunca la regla de parar, templar y mandar. Quiere decirse que se colocaba como es debido e intentaba el toreo bueno. No pudo lograrlo con aquellos mansos de feo estilo que le correspondieron, y en vez de disimular recurriendo a trucos para la galería, abrevió. La tarde, bien se ve, iba de toreros verdaderos” [El País, 10-05-1999]. Aunque Iniesta, en este caso, tuvo que conformarse con el doble silencio de la afición. En ese año 1999 actuó en doce corridas.
El año 2000 no se le dieron bien las cosas. Sólo había podido vestirse de luces en seis ocasiones, todas de escasa importancia, antes de volver a pisar el ruedo de Las Ventas el 2 de julio, tras haber sido ignorado por la empresa durante el ciclo de San Isidro, a pesar del buen sabor de boca que dejó el año anterior. En esa ocasión le esperaban toros de Javier Guardiola Domínguez, que no dieron buen juego. Iniesta cosechó silencio en su primero y aplausos en el último, situación similar a la de sus compañeros Leonardo Benítez y Javier Vázquez. Peor fortuna tuvo el torero iniestense al volver al mismo ruedo poco después, el 23 de julio, compartiendo cartel con Manolo Bejarano y El Renco y eso que la sesión comenzó bien para él, en el juego de muletas, pero la enturbió con el pésimo tercio de espadas.
El año 2001 no fue bueno, toreando sólo en plazas de mediana categoría, aunque con buenos resultados en lugares como Gerona y Tarragona (donde salió a hombros el 5 de agosto). Sin embargo, la suerte le proporcionó una excelente oportunidad, a costa de la lesión sufrida por El Juli, previsto en los carteles de la feria de agosto de Cuenca, a la que llegó como sustituto de aquel el día 20, cortando tres orejas. Dos toros de Badía Hermanos colaboraron para que el iniestense bordara una tarde excepcional, terminando como triunfador no solo de la jornada, sino del total de la feria.
El 5 de mayo de 2002 volvió a encontrar una oportunidad para vestirse de luces en Las Ventas y esa fue la última que pudo encontrar el matador conquense que apuntó muy buenas esperanzas en sus inicios, diluyéndose a medida que pasaba el tiempo y no conseguía concretarlas en hechos realmente valiosos. La última referencia de su actividad corresponde al 28 de agosto de ese año, en que volvió a la plaza de Cuenca para enfrentarse a toros de Herederos de Alonso Moreno de la Cova, obteniendo una oreja. Y esa parece ser su despedida de la actividad taurina, pues a partir de ese momento se pierden más noticias sobre él.