GARCÍA RAMÓN, Alonso

Cuenca 1552 / Concepción, Chile, 05-08-1610

Típico soldado de fortuna durante el conflictivo siglo XVI, García Remón inició su aventura bélica peleando contra los moriscos en las Alpujarras granadinas y luego paseó gloria y miserias por todos los campos de batalla de Europa: Sicilia, Lepanto  (1571) Navarino (1572), La Goleta (1574) Túnez (1576), Maestrich (cuyas murallas fue el primero en escalar, recibiendo a cambio dos heridas, 1579)… , a las órdenes sucesivas del duque de Alba y de don Juan de Austria, pasando a América en 1581, al embarcar con el gobernador Alonso de Sotomayor para dar inicio a un viaje ciertamente accidentado, con un naufragio nada más abandonar las costas españolas y una peripecia ya frente a las americanas, que obligó a la expedición a desembarcar cerca de Brasil. Finalmente, pudieron llegar a Chile en 1583. En el sur del continente lo encontramos en 1584, peleando en la pacificación del territorio de Chile, al mando de un pequeño ejército que había sido formado en Perú. En esta misión contra los indígenas alcanzó el grado de sargento mayor (1585), si bien algunas discrepancias con el gobernador García Oñez de Loyola le aconsejaron regresar a la capital del virreynato, que en esos momentos ostentaba el marqués de Cañete, García Hurtado de Mendoza, con cuyo favor contaba. En 1584 ascendió al grado de maestre de campo, ejerciendo su nueva autoridad de mando con notable capacidad militar pero también con una inconcebible crueldad, bajo el pretexto de aplastar nuevas sublevaciones de los mapuches, lo que hizo sin admitir nunca prisioneros, ejecutando por igual a soldados, mujeres o niños, además de arrasar poblaciones enteras permitiendo a sus tropas el pillaje.

En 1591 recibió del gobernador del territorio el encargo de viajar a Perú para gestionar del virrey Diego Hurtado de Mendoza el envío de más tropas, con las que, a su regreso, inició una nueva campaña contra los nativos de Arauco. Repitió la misión dos años más tarde, en este caso sin éxito, porque la permanente situación de rebeldía de los mapuches hacía muy poco atractiva la estancia en Chile, por lo que volvió sin refuerzos.

Organizó un nuevo ejército, pequeño en número -se dice que lo formaban 400 hombres- pero eficaz en la labor de policía que ejerció y que logró volver a establecer un nuevo periodo de orden. La llegada del gobernador Alonso de Ribera alteró la situación, provocando un conflicto de intereses que García Ramón solucionó marchando al Río de la Plata como almirante de parte de la flota organizada por Diego Flores para explorar el estrecho de Magallanes. Tras este viaje fue nombrado corregidor de Quito (1602) y, más adelante, gobernador de Chile (1605), a donde regresó con nuevas ideas pacificadoras que, pensaba, servirían para acabar con la permanente rebelión de los mapuches, pero las negociaciones fueron infructuosas y el conflicto alcanzó la categoría de guerra abierta, lo que obligó al envío al territorio de casi mil soldados más desde Lima, el mayor contingente militar que nunca antes se había enviado al territorio chileno.

Quien en esos momentos asumía el mando de la gobernación española en Chile no era ya el hombre violento y vengativo de la primera época, sino un político experto que aspiraba a conseguir la pacificación del país. Convencido de las dificultades de una total victoria militar, intentó otras medidas disuasorias, como suprimir la esclavitud de los indios, a cambio de un impuesto y fijando una clara frontera entre su territorio y el controlado por los españoles, a partir del río Bio-Bio. Ninguna de las dos medidas fue aceptada por los araucanos que no sólo mantuvieron un permanente levantamiento sino que realizaban frecuentes incursiones sangrientas al norte del río. Para combatir la situación, organizó García Ramón un potente ejército, con el que emprendió una rápida campaña, que no sólo fue -como era costumbre- de tierra calcinada sino que sirvió para la fundación de la factoría de Monterrey, el 16 de marzo de 1627, con el fin de establecer un sólido punto de resistencia y aprovisionamiento en el interior del país, ya que los lugares habituales hasta entonces, Concepción y Valparaíso, estaban muy lejos. Sobre este lugar se llevó posteriormente, en 1639, la definitiva fundación de la ciudad que hoy se conoce con el nombre de Puebla de los Ángeles.

Estaba en plena campaña cuando contrajo unas fiebres malignas que le llevaron a la muerte, sin saber que mientras había sido destituido de su cargo de gobernador, como consecuencia de una de las habituales campañas de desprestigio que tan fácilmente recibían acogida en los oídos de los volubles reyes de España. En este caso, fue Felipe III el que atendió la insidia de cada día, decidiendo prescindir de quien le había sido fiel servidor y eficaz colonizador hasta el momento de morir. Cuentan las crónicas que la envidia sobre este singular personaje se prolongó hasta más allá de su muerte, puesto que seis años después la corona retiró a la viuda, Lucina de Vergara, la pensión de mil pesos anuales que venía percibiendo desde la muerte de Alonso García Ramón.

Fotografía: Retrato de Pedro León Carmona (circa 1873). Museo Histórico Nacional. Chile.

.Referencias: José María Álvarez Martínez del Peral, “Conquenses ilustres”. El Día de Cuenca,20-07-1927 / Manuel Amores Torrijos, Conquenses intrépidos (Pasajeros a Indias); Cuenca, 2017, Entre Hoces, pp. 292-294 / José María González Ochoa, Quien es quien en la América del Descubrimiento, Madrid, 2003, Acento / A. Jara, Guerra y sociedad en Chile, Santiago de Chile, 1961, Editorial Universitaria