FRIC, Antonin C.

Nacido en Nusle, barrio de Praga el 29-10-1902, antes de que existiera Checoslovaquia y Praga era solo la capital de Bohemia. Hijo de un arquitecto, era todavía joven cuando se despertó en él la afición por la pintura, aunque siguió la tradición paterna y se tituló también en arquitectura, trabajando intensamente en su país hasta que la llegada del régimen nazi le hizo huir, buscando asiento en varios lugares de Europa donde, para poder vivir, se dedica a ilustrar libros. Regresa a Checoslovaquia tras la II guerra mundial, para encontrar el país ahora controlado por los soviéticos, lo que significa una renovación de las anteriores dificultades que, finalmente, soslaya huyendo a Paris en 1948, para dedicarse ya de lleno a la pintura y el dibujo. En 1951 abandona Francia con destino a Colombia, donde trabaja de manera incansable durante una temporada, que concluye con el viaje de toda la familia a Estados Unidos, donde recupera su oficio de arquitecto, obteniendo varios premios de la especialidad. Al jubilarse, en 1967, comienza su etapa más fructífera como pintor, con frecuentes viajes a Europa, uno de los cuales le permite descubrir Cuenca, ciudad en la que se instalará de manera definitiva en 1982, tras la muerte de su mujer. De manera muy fluida se convierte en un vecino más de la ciudad, que pasea de manera incansable y pinta repetidamente especializándose sobre todo en los paisajes captados a distancia. El mismo año de su llegada presenta una primera exposición, en la Casa de Cultura, a la que sigue otra, en 1985, en la Sala Alta y en 1990 una que se le organiza como homenaje colectivo, en la Sala Carmelitas de la Diputación Provincial. En esa ocasión, José Luis Aguado escribió: “Sus acuarelas son apuntes íntimos realizados para el recuerdo, para la nostalgia, sin pretensiones de que un día fueran colgados en una exposición. Por eso esta obra se sustenta en la pincelada rápida, impresionista, que revela el enorme virtuosismo del autor. Por ello también, los distintos planos de Cuenca quedan aprisionados, reflejando el encanto del instante en que fueron captados”.

Antonin C. Fric, Calle de los Tintes