CARMEN DIAMANTE CABRERA
Alicante, 1912 / Cuenca, 09-05-2000
Durante su niñez vivió en diferentes ciudades españolas en las que su padre, alto funcionario del departamento de Obras Públicas, se veía obligado a residir. Estudió Filosofía y Letras en Madrid, pero desde muy pronto mantuvo relaciones con Cuenca, ciudad a la que venia a pasar largas estancias en casa de sus tías Esther y María, que vivían en la calle Andrés de Cabrera. Uno de sus hermanos, el abogado Fernando Diamante, también estuvo muy relacionado con Cuenca y su sobrino, Julio, fue un prestigioso director de cine. En conjunto, era una familia de profundas raíces liberales y republicanas, por lo que todos ellos estuvieron implicados en los inicios de la guerra civil, época en la que Carmen, todavía estudiante, se había vinculado como actriz a las actividades culturales promovidas por Federico García Lorca con su espectáculo andariego La Barraca, en el que actuó con representaciones de obras de Cervantes, Lope de Vega y Tirso de Molina, entre otros. Al comenzar la guerra, permaneció en Madrid como ayudante de enfermería en el hospital de sangre instalado en el Casino de la Gran Vía, en el que un día recibió y ayudó a un herido del frente de Guadalajara, un teniente médico de carabineros que llegaba en un estado de suma gravedad, con una perforación de estómago. Fue aislado en una habitación especial y Carmen recibió el encargo de cuidarlo. De esa manera surgió una de esas románticas relaciones amorosas que alimentan novelas y películas. El joven médico no murió y al terminar la guerra ambos, el doctor José Cerrada y la enfermera Carmen Diamante, contrajeron matrimonio y fijaron su residencia en la casa familiar, en Cuenca donde él, tras pasar el inevitable proceso de depuración política que el régimen aplicó a ambos, abrió una consulta privada que pronto conoció el respeto popular, mientras ella promovía la formación de la Asociación contra el Cáncer y se convertía en una figura dinamizadora de la actividad cultural en la ciudad, en la que la presencia del matrimonio era siempre un elemento imprescindible. Su residencia junto al Júcar, en la finca siguiente a la Playa Fluvial, fue punto de encuentro para artistas y escritores de principios liberales aunque en talas reuniones nunca se hablaba de política.
El feminismo militante de los últimos años ha conseguido introducir un curioso detalle en la forma en que se ha ensalzado la figura de Carmen Diamante mientras se oscurece la de su marido, José Cerrada. Ambos formaron una pareja firmísima, siempre juntos en todos los acontecimiento en que participaron, tanto los de índole social como los culturales, pero a la hora de los reconocimientos póstumos, la sociedad conquense solo ha prestado atención al nombre de ella, olvidándose por completo de la importancia que debería corresponder del mismo modo al marido, de manera que hay una calle Carmen Diamante y ni una sola palabra en recuerdo del médico.
Referencias: Carmen Diamante, “Recuerdos”. Retama, núm. 3 (1985), pp. 13-14 / Luz González, “Carmen Diamante, compañera de Lorca”. La Tribuna, 03-05-2023, p. 24 / Luz González Rubio, Mujeres en el callejero de Cuenca. Toledo, 2023 (Almud), pp. 123-129 / Julián Diamante, De Madrid al Ebro. Mis recuerdos de la guerra civil española. Madrid, 2011. Colegio Oficial de Ingenieros.
Ilustración: Carmen Diamante y sus hijos