CULEBRAS, Fausto

FAUSTO CULEBRAS RODRÍGUEZ

Gascueña 15-02-1900 / Quito, Ecuador, 24-03-1959

Escultor y pintor, uno de los más destacados de Cuenca en el siglo XX cuya vida quedó desgraciadamente frustrada antes de que pudiera culminar una obra que parecía destinada a alcanzar los máximos niveles. Nacido en familia de labradores, sus padres quisieron destinarlo a algún oficio manual y por ello aprendió el de sastre, pero pronto demostró una incontenible afición por la pintura, que ejercía en cualquier momento y lugar, actividad que hizo a la familia cambiar de criterio, estimando conveniente llevarlo a estudiar a Madrid, en el taller de Marceliano Santa María, aunque finalmente su trabajo se orientó de forma prioritaria hacia la escultura. Por sus cualidades naturales para el arte fue pensionado por la Diputación para estudiar en el extranjero, pasando etapas en Roma y París, donde siguió su formación artística a la vez que entraba en contacto con los más avanzados movimientos estéticos del momento. Por cierto, que esta estancia de Culebras en el exterior le ocasionó algunos problemas burocráticos, porque la beca concedida era para una estancia en Roma, que el artista prolongó por su cuenta con viajes a Londres, Paris, Bélgica y Grecia, país en el que entró en contacto directo con las grandes obras escultóricas de aquella civilización, algo que no gustó nada a los señores diputados, muy celosos de sus prerrogativas administrativas y poco amables con las aventuras artísticas de Culebras.

Entre 1922 y 1925 consiguió algunos premios en concursos, siendo el más importante el que logró en Madrid ya a final de la década, momento que resultó personalmente delicado al sufrir una tuberculosis que le mantuvo alejado del taller durante una temporada. Finalmente encontró cierta estabilidad laboral al conseguir una plaza de auxiliar interino de Pintura en la recién creada Escuela de Artes y Oficios de la Diputación (1933), donde tuvo la oportunidad de enseñar a futuros artistas locales, como Pedro Mercedes, Óscar Pinar o Amador Motos; todos ellos han recordado siempre con profundo respeto la labor docente de Fausto Culebras

Probablemente la primera oportunidad de lucimiento la encontró en la Exposición de Arte organizada en 1935, coincidiendo con las fiestas patronales de ese año, en la que consiguió el primer premio y que mereció un cálido elogio de Enrique V. Chávarri Peñalver que, dentro de la sección “Horas de Mangana”, se refiere a la figura ciertamente atractiva de Fausto Culebras, a quien califica de “un verdadero mago. Porque tiene un sentido admirable del color. Porque todo lo que pinta, lo realiza a través de su sensibilidad imprimiéndole un rasgo peculiar. Porque ¡oh milagro! ha captado el color verde y gris de Cuenca como nadie lo hizo”, destacando, de los cuadros expuestos, uno solo suficiente para pregonar la poderosa personalidad del artista: un paisaje de Castilla [Heraldo de Cuenca, 16-09-1935, p. 2]

Como a tantos otros, la guerra civil supuso una dramática interrupción de vida y obra. Afiliado al Sindicato de Oficios Varios, de la UGT, mantuvo una actitud de cierta militancia activista hacia la izquierda, lo que le llevó a participar en algunas exposiciones o en campañas de solidaridad con el Socorro Rojo Internacional, lo que se tradujo en dificultades al término del conflicto, ya que la Diputación adicta al régimen vencedor le abrió expediente de depuración y lo apartó de su puesto de trabajo, si bien, toda vez que no había participado directamente en acciones militares, finalmente fue archivado sin especiales consecuencias dramáticas para el artista que, al poco tiempo pudo reincorporarse al trabajo, al menos a efectos administrativos, porque la Escuela de Artes y Oficios ya había sido suprimida.

En los años siguientes recibió encargos de instituciones y particulares, mientras participaba en exposiciones. En 1952 fue contratado para trabajar como profesor en la Escuela de Capacitación Social de Trabajadores, en Madrid y en ella estaba cuando en 1958 recibió, junto con Leonardo Martínez Bueno, el encargo de diseñar un monumento al virrey Diego Hurtado de Mendoza, que deseaba construir el gobierno de Ecuador, trabajo que les fue adjudicado en concurso público. Leonardo se encargaría del pedestal y los relieves del monumento y Fausto de la figura escultórica del virrey.

Detalle del monumento a Hurtado de Mendoza, en Quito (Ecuador)

Durante el montaje de la obra en Quito, murió accidentalmente Fausto Culebras, en circunstancias nunca concretadas, pues existen versiones contradictorias. El Centro Español de Quito informó que el artista sufrió un accidente al resbalar en la acera de la calle Venezuela de aquella ciudad, a la altura de la parte sur de la basílica, pero Martín Álvarez Chirveches en una crónica publicada en ABC aseguraba que la caída tuvo lugar en una cantera, cuando buscaba la piedra adecuada para su trabajo, mientras que otra versión (de Carmen Bautista) atribuye el accidente a una caída desde cierta altura en el propio monumento, al que se encontraba encaramado en un andamio. En cualquier caso, el accidente tuvo lugar el 12 de marzo de 1959 y se concretó en la fractura del cuello del fémur de la pierna izquierda; siete días después fue operado, falleciendo en el proceso postoperatorio, el día 24, “rodeado de cinco doctores y de varios religiosos españoles y estando en la antesala de su habitación más de una veintena de compatriotas que asistieron silenciosos y tristes a su agonía”.

Hombre de genio, como buen artista, no encontró muchas facilidades en la Cuenca algo cavernícola de la postguerra, aunque su arte fue pronto entendido por gentes sensibles como Federico Muelas y César González Ruano, en los que encontró sus mejores valedores. Sin embargo, su aspecto personal rozando la bohemia, la tendencia a la soledad, la vocación innata por la excentricidad en la apariencia le hicieron encontrar dificultades de adaptación que, a la vez, alimentaron la leyenda del genio incomprendido, muerto joven y que, para mayor abundancia, dejó abocetado un paso de la Santa Cena para la Semana Santa de Cuenca, del que incluso preparó algunas figuras en escayola. Fausto Culebras estaba naturalmente dotado para llegar a ser uno de los grandes escultores del siglo pues como dice Martínez Ruiz, aunque su formación natural “surgió dentro del naturalismo propio de buena parte del siglo XX y hasta cierto punto hizo ascos a una vanguardia enajenante, poco sugeridora para un hombre recio, surgido del sobrio ambiente conquense, su oreo europeo le abrió la sensibilidad a los grandes movimientos de la escultura del siglo XX”. Trabajó con igual destreza la piedra, el barro o la madera y en todos estos materiales dejó patente la seguridad de una mano firme en su capacidad de plasmar un diseño limpio y desnudo de alharacas.

Como pintor, su obra es menos reconocida, entre otros motivos porque es más escasa y no se encuentra recogida en museos de relieve, pero hay en sus cuadros un trazo firme, derivado del realismo, que se encuentra presente en paisajes de Cuenca y Gascueña y en retratos de personajes populares. Esas mismas características se pueden encontrar en su obra escultórica, de considerable fuerza expresiva con figuras en las que se deja ver una línea sobria que en ocasiones apunta la influencia modernista que el artista había empezado a fraguar

La obra de Fausto Culebras puede contemplarse en la deliciosa imagen de la virgen con el niño situada en una esquina elevada en la calle Madre de Dios, en Cuenca; en las cabezas de Alonso de Ojeda y Álvaro de Luna, situadas en el vestíbulo del Palacio Provincial; en el monumento a la Cruzada Eucarística, que hizo para la Escuela Normal de Maestras y que ahora se encuentra en el jardín exterior de la Facultad de Educación, además de dibujos y bocetos que se conservan en el Museo de Cuenca. Su villa natal le ofreció un homenaje póstumo, el 8 de abril del año 2000, al cumplirse el primer centenario del nacimiento del artista.

Hay un aspecto macabro en el episodio final de la vida de Fausto Culebras cuyo cuerpo no pudo ser repatriado a tiempo a su país natal ni a su ciudad. Sin embargo, la Comisión Municipal Permanente del Ayuntamiento de Cuenca acordó el 21-08-1962 agradecer a la alcaldía de Cuenca del Ecuador las gestiones realizadas para trasladar a España los restos del escultor y en la reunión municipal del 16-10-1962 se dio lectura a una carta del alcalde de aquella ciudad ecuatoriana anunciando el próximo traslado del cadáver desde Quito, trámite que nunca llegó a realizarse. Una gestión similar, muy posterior, ya en democracia, recibió la amarga respuesta de que los restos habían sido entregados a una fosa común por lo que era imposible identificarlos.

Federico Muelas, que lo conoció y trató íntimamente, dejó escritos unos versos emotivos, inspirados en la contemplación de la Virgen que he mencionado antes:

A ti que me miras, pido / la gracia de una oración / por Fausto; fue el corazón / más noble en Cuenca / nacido. / Vivió pobre y dolorido… / Quien tanto a su tierra amó / lejos de Cuenca reposa.

Por su parte, Carlos de la Rica había destacado el inmenso poder de la concepción espacial de Fausto, su capacidad para modelar gigantescas esculturas: “Solo se puede pensar en gigantescas gubias para imprimir y modelar la piedra de las estatuas de Fausto. Pero toda su grandeza plástica radica esencialmente en el misterio, única caverna que puede habitar el verdadero artista. Más que en nuestros imagineros y escultores religiosos, pongo su parentesco con lo griego. Y repetiré siempre lo mismo. Sin quitar por eso ni un ápice la religiosidad de Fausto. Fausto no es renacentista y sí un helénico cristiano. Y que lleva a sus imágenes esa transida santidad que tanto se echa de menos en otros. Fausto heleno y cristiano. Porque la imaginería de Fausto es, en su rotunda originalidad, estatua, igual a eternidad a ultranza”.

            Otro amigo íntimo, compañero de los tiempos difíciles, Eduardo de la Rica, le dedicó una “Elegía” en su libro Signos de lo real y surreal (Cuenca, 1993):

Tendrás que meditar / las causas de la piedra / en sus puros orígenes, / soñarás realmente los contactos / con formas estelares, / pintar la eternidad de mil colores / será una empresa útil / si has llevado contigo los pinceles.

Bibliografía: María Teresa Jiménez, Fausto, artista conquense. Madrid, 1985 / Florencio Martínez Ruiz: “Fausto Culebras enfila su horizonte conmemorativo hacia el 2000”; El Día de Cuenca, 01-09-1999, p. 19 / Carlos de la Rica, “Fausto o el Helenismo barroco”; Revista Cuenca, 1983, núm. 21‑22, pp. 109‑112.