CUBA, Gregoria de la

GREGORIA DE LA CUBA Y CLEMENTE

Cuenca, 25-05-1824 / Madrid, 03-11-1896

La menor de los cinco hijos nacidos del matrimonio de Félix de la Cuba y Aguirre y María Rita Clemente Naulant y con ella se extinguió una saga familiar doblemente interesante en la historia de Cuenca por ambas ramas, los Cuba y los Clemente, pues los cinco hermanos murieron solteros y sin descendencia. Las dos ramas familiares habían acumulado una considerable fortuna durante el último siglo. El padre poseía numerosas fincas agrícolas y la industria papelera de Molinos de Papel, mientras que la madre procedía de la saga manchega de los Clemente de Aróstegui, que compartieron un destacado linaje intelectual con la riqueza ganadera. En Cuenca, la familia levantó en el siglo XVIII un noble edificio señorial, conocido todavía como Casa Palacio de los Clemente de Aróstegui; se conocen los nombres de los cinco hermanos porque figuran en el mausoleo familiar: Benito, Hilarión, Evaristo, Juana y Gregoria, pero solo se tiene alguna noticia de Evaristo, que ejerció la abogacía en la ciudad y cuya muerte, cuando ya era el único hermano que sobrevivía, produjo un enorme impacto negativo en el ánimo de Gregoria que la llevó a abandonar la ciudad y fijar su residencia en Madrid, cuando había decidido de manera voluntaria no contraer matrimonio.

Gregoria de la Cuba y Clemente, escultura de Marco Pérez en el Parque de San Julián de Cuenca.

Aunque tampoco se conocen demasiados detalles de su vida, parece que adquirió cierta cultura, lo que la llevó a mostrar alguna preocupación por mejorar las condiciones educativas de los niños de la época, lo que orientó de manera especial hacia la aldea de Molinos de Papel. En su testamento, otorgado el 12 de julio de 1895 estableció una Fundación benéfica, perpetua y particular, que debería encargarse de conservar la Capilla-Panteón erigida en los Molinos de Papel y el sostenimiento de una escuela de niños, además de otras mandas benéficas, incluyendo becas para el aprendizaje de oficios o carreras entre hijos de los vecinos de Palomera y Los Molinos de Papel, además de proporcionar sólidas garantías laborales a los trabajadores de sus fincas. En ese momento, contaba con un capital de un millón y medio de pesetas en valores del Banco de España, al cuatro por ciento, además de la finca. Es curioso señalar que esa preocupación educativa se orientó sólo hacia los niños, a los que incluso se proponía ayudar en estudios superiores, pero no así a las niñas, para las que solo preveía dotes orientadas al casamiento o a ingresar en un convento. El pensamiento de Gregoria de la Cuba fue interpretado, parece que con algunas licencias, por quienes actuaron como albaceas y que dieron forma a unos Estatutos aprobados en 1904.

Promovió la erección de un panteón familiar en de Molinos de Papel, un espléndido recinto de estilo neogótico, que ennoblece el carácter de la pequeña aldea y en el que reposan sus restos al pie del altar mayor de la capilla, a la que fueron trasladados, junto con sus padres y hermanos, el 23 de septiembre de 1903, una vez terminadas las obras. En el parque de San Julián, un busto en bronce, obra de Marco Pérez, recuerda la noble y filantrópica personalidad de la última titular de los Cuba y Clemente. Recuerdo justo, más que el trato dado a la herencia por quienes deberían tener la obligación, legal y moral, de cuidar de ella y no permitir, como se hizo durante años, el expolio y la dilapidación de los bienes, incumpliéndose los mandatos contenidos en el testamento.

Referencias: Heliodoro Cordente, “La familia Clemente de Aróstegui y los Molinos de Papel”. Cuenca, 1982, Olcades, tomo III, pp. 65-70 / Luz González, “Gregoria de la Cuba y Clemente”: La Tribuna de Cuenca, 06-03-2023, p. 24.