COBO JIMÉNEZ, Pedro José

Cuenca 02-12-1854

Uno de los más conspicuos y eximios representantes del caciquismo provincial decimonónico, aplicado con el sentido patrimonial y paternalista que corresponde a esta figura señera de la política española, sobre la que se ha hecho abundante literatura y escasa investigación. Su dedicación tanto política como económica se dirigió fundamentalmente a la provincia, aunque también realizó algunas incursiones en el ámbito nacional. Aunque en algunos lugares se le da como beneficiario de la Desamortización de Madoz, conviene advertir que este proceso se realizó en 1855, cuando Cobo tenía solo un año., por lo que es imposible que pudiera participar en aquel procedimiento. En realidad, fue un empresario activo en diversos sectores de la economía, como arrendatario del Monopolio de Tabacos o propietario de instalaciones industriales orientadas hacia la producción de electricidad; a su compañía se debe la implantación de la central de Las Grajas.

Miembro activo del Partido Conservador, era muy joven cuando fue elegido diputado provincial por el distrito de Cuenca, de donde pasó años adelante a ser concejal, diputado a Cortes en dos legislaturas y senador del reino en otras varias. Según se expone en el expediente por el que se aprobó dar su nombre a la hasta entonces calle de los Herreros, fue persona de profundas virtudes caritativas: “Durante toda su vida, particular y política, prodigó favores remediando con su fortuna al necesitado y prestándonos su influencia para mejoras del Distrito y defensa de la ciudad en cuantos litigios y cuestiones la promovieron sus enemigos. En el Castillo, San Martín, Tiradores y Puente de San Antón, ha sido don José la Providencia de sus pobres habitantes; y cuando en general encarecía el precio de las subsistencias dificultando la vida de la clase media y haciéndola imposible en la pobre, acudió solícito pagando la diferencia de precio en los artículos de primera necesidad, o distribuyendo cuantiosos socorros  y teniendo rasgos tan notables en su  amor al pueblo como el sucedido en época memorable de colisión con la fuerza pública, presentándose ante ésta para guardar con su vida la de sus convecinos o ser el primero en morir con ellos”[AMC, leg. 2252, exp.9]

El 20 de noviembre de 1891 fue nombrado gobernador interino, en sustitución del titular, Manuel Cos‑Gayón. Volvió a ocupar el puesto el 1 de marzo de 1892, al producirse el cese del gobernador y en tanto se nombraba al sustituto. A este, Juan de Madariaga no debió resultarle dócil ni política ni personalmente, como se deduce del hecho de que no le nombrase sustituto en sus ausencias; más aún, siendo Cobo secretario de sesiones de la Diputación llegó tarde a la que se celebró el 30 de mayo de 1892, presidida precisamente por el gobernador Madariaga, ante quien presentó la dimisión del puesto aduciendo que padecía de los oídos y no podía oír lo que se decía; el gobernador no atendió a razones y le ordenó que ocupara el puesto en ese momento, aunque más tarde se le podría aceptar la renuncia lo que, en efecto, ocurrió. Recuperado de sus males, se hizo otra vez cargo de la gobernación provincial en forma interina por cese del anterior y en tanto tomaba posesión el nuevo, aprovechó la ocasión para publicar en el BOP del 28‑11‑1892 una circular sobre la blasfemia, encargando a los agentes de la autoridad de la detención de los infractores y su identificación. El 13 de julio de 1895, siendo concejal del Ayuntamiento de Cuenca, presentó ante el pleno una propuesta para que se estudiara una concordia con los pueblos de la Sierra (las antiguas 125 aldeas de la ciudad) sobre el aprovechamiento de pastos. Dimitió como primer teniente de alcalde el 4 de mayo de 1896, por haber sido elegido diputado a Cortes, representación que en 1899 cambió por un escaño en el Senado, volviendo a ser elegido diputado en 1903 y nuevamente senador en 1905, 1907 y 1914, en todos los casos como conservador.

Muy vinculado a su ciudad natal, en la que gozó de evidente popularidad, colaboró con su primo Mariano Catalina en impulsar la consolidación de las procesiones de Semana Santa en los años primeros del siglo XX, donando en 1909 a la hermandad de la Virgen de las Amargura con San Juan una talla de la virgen que antes había pertenecido a la hermandad de la Soledad de San Agustín y en 1915 hizo lo mismo con una talla de Jesús amarrado a la columna, que regaló a la hermandad de este título. Una de las calles céntricas de Cuenca lleva su nombre.