CETINA, Diego de

Huete, julio 1531 / Plasencia 1568

Hermano de Antonio y como el, hijo de Agustín de Cetina y de María Gómez de la Muela. Novicio de la Compañía de Jesús en 1551, a continuación cursó Artes en Alcalá y Teología en Salamanca y pasó de manera fugaz por Ávila, apareciendo años más tarde en Burgos (1560) y luego en Toledo (1564)  y Murcia (1567) antes de pasar a Plasencia, ciudad en la que, según Risco, falleció cuando solo tenía 37 años. En uno de los variados cuestionarios que Ignacio de Loyola dirigía a sus seguidores, Cetina hace una declaración lastimera sobre su persona: “Mi salud es mediana y estoy débil de la cabeza. Siempre me sentí inclinado a rezar las horas de Nuestra Señora y a la oración mental, cuando a ello me pusieron, y ahora me inclino más por la oración mental que por la vocal. Siempre he sido partidario de los sermones, las misas y de hablar de Nuestro Señor”. Podríamos asegurar que la vida del padre Cetina, en los cortos años en que vivió, se desarrolló dentro de una austera normalidad, sin brillos excesivos, si no fuera por un incidente, quizá casual, pero que lo saca del amplio espacio en que habita la anónima vulgaridad. Se encontraba en Ávila, a comienzos de 1555, cuando fue llamado para informar sobre lo que estaba sucediendo con una monja singular entonces empeñada en alterar las tranquilas aguas de la Iglesia, a la que debería orientar y dirigir espiritualmente. De esta manera, el joven jesuita optense (tenía solo 24 años) se vio convertido en confesor de Teresa de Jesús, entonces ya entrada en años y con una muy firme idea sobre cómo debería efectuarse la oración, criterio que ya había suscitado serias reservas en el sector ortodoxo eclesial, donde no faltaban voces que clamaban por una supuesta herejía. En esa situación, el sencillo padre Cetina intervino, tal como lo cuenta la propia santa en los capítulos XXIII y XXIV de su Vida, y lo hace de manera muy elogiosa, pues “llevóme por medios que parecía del todo me tornaba otra. ¡Que gran cosa es entender un alma!”.Según las interpretaciones que se aportan sobre este suceso, el padre Cetina fue comprensivo y amistoso frente a la actitud rigurosa de Teresa, a la que alentó sobre ideas vinculadas a la espiritualidad, la meditación y la penitencia. Y de esa manera tan simple, un jesuita del montón tuvo una muy eficaz intervención en orientar y ayudar a la formación de un fortísimo carácter como el de Teresa de Jesús.

Referencias: Javier Burrieza Sánchez, Diccionario Biográfico Español. Real Academia de la Historia / Manuel González Gisbert, Santa Teresa de Jesús y Cuenca con otros ensayos teresianos. Cuenca, 1982; Autor, pp. 125-129.