Cuenca ¿1384? / Basilea, 14-03-1434
Obispo y cardenal. Hijo de Gómez Carrillo, alcalde mayor de los hijosdalgo de Cuenca y camarero del rey Juan II y de Urraca Gómez de Albornoz. Como era habitual en los segundones, fue destinado a la vida eclesiástica contando con la enorme influencia de su poderosa familia por lo que era todavía muy joven cuando ya poseía la titularidad de cuatro arcedianatos (Moya, Alcaraz, Briviesca y Valpuesta), además de una canonjía en Cuenca y la abadía de Alfaro, entre otros varios cargos eclesiásticos. Por iniciativa del antipapa Pedro de Luna, llegó a cardenal el 22 de septiembre de 1408, con el título de San Eustaquio, a la vez que recibía diversas prebendas, como la encomienda de la iglesia de Salamanca. Los cronistas de este periodo conflictivo de la Iglesia romana señalan la enorme firmeza del cardenal manteniendo fiel a Benedicto XIII, al que acompañó en su visita a España, incluyendo la triunfal entrada del antipapa en la ciudad de Valencia, mientras con otros cardenales ciertamente preocupados por el mantenimiento del cisma que dividía a la Iglesia, intentaban convencer a Luna para que renunciara al papado, lo que finalmente se produjo en el concilio de Constanza (1417), con la elección de Martino V a quien Carrillo prestó obediencia, le mantuvo el capelo y le concedió otras dignidades, como la de arcipreste de la basílica de Letrán, los arcedianatos de Datoca y Letrán, y la legación de Bolonia, protonotario apostólicos del papa Eugenio IV. Fue administrador del obispado de Osma (1411-1424), que ejerció a distancia, sin moverse de Roma y obispo de Sigüenza (1426-1434), donde tampoco residió regularmente, manteniendo una intensa actividad política y eclesiástica en Roma., actuando también como protector del Colegio de San Clemente de los Españoles, en Bolonia. El 16 de marzo de 1424 el papa le otorgó el título de cardenal de los Cuatro Santos Coronados, en cuya basílica titular invirtió Carrillo importantes cantidades de dinero para favorecer la restauración y mejora del edificio, que aún mantiene en uno de los arcos de entrada, una inscripción que da fe de esta actuación protectora.
Superada la situación cismática que había vivido la Iglesia, Alfonso Carrillo de Albornoz destacó como uno de los más activos promotores para introducir reformas en el seno institucional, llegando a redactar un proyecto que no se llegó a aplicar y que presentaba algunas propuestas prácticas sobre las vestiduras eclesiásticas o la forma de llevar a cabo los procesos, agilizando su tramitación.
Sepulcro del obispo y cardenal Alfonso Carrillo de Albornoz, en la catedral de Sigüenza
Cuentan algunos cronistas de la Iglesia que en el cónclave para sustituir a Martino V (1431) muchos cardenales quisieron elevarle al papado, a lo que se resistió, promoviendo en cambio la elección de Eugenio IV quien ese mismo año envió a Carrillo a España para predicar una cruzada contra los moriscos granadinos, pero no pasó de Aviñón, donde se ocupó en intentar resolver un complicado conflicto planteado entre los habitantes de la ciudad y los oficiales del francés Carlos VII, alcanzando una eficaz solución. Cuando murió prematuramente (solo tenía 50 años de edad) estaba presidiendo el concilio de Basilea, siendo enterrado primeramente en Roma y luego trasladados sus restos a Sigüenza, donde fue sepultado en la capilla mayor de la catedral, en un hermoso mausoleo gótico encargado por su sobrino Alonso Carrillo de Acuña, que le sucedió en la silla episcopal.
Referencias: Mateo López, Memorias históricas de Cuenca y su obispado. Edición de Ángel González Palencia. Cuenca, 1954; II, p. 142 / José María Álvarez Martínez del Peral, “Conquenses Ilustres”. El Día de Cuenca, 02-02-1927 / Toribio Minguella, Historia de la diócesis de Sigüenza y de sus obispos. 1910, vol. II, pp. 125-132 / Dolores Carmen Morales y Jorge Díaz Ibáñez, Diccionario Biográfico Español, Real Academia de la Historia