CANTERO, Bernardo

BERNARDO CANTERO DE LA CUEVA

La Ventosa, 18-02-1735 / Madrid, 16-01-1787

Abogado. Nació en el seno de una familia acomodada, en la que varios miembros optaron por la carrera eclesiástica. Comenzó su formación en el seminario de Cuenca, pasando luego a las Universidades de Valladolid y Salamanca, hasta obtener la titulación como Bachiller en Leyes y licenciado en Cánones, en Ávila. Actuó como pasante en el bufete del abogado Félix de Linares Ladrón de Guevara (1754-1758), preparación que continuó a partir de la última fecha indicada en la capital de España, actuando bajo la dirección de un prestigioso letrado, José Cayetano de Lindoso hasta que logró ser admitido como abogado de los Reales Consejos, el 15 de junio de 1759, dando así inicio a una carrera en la que pronto alcanzó prestigio, lo que le hizo contar como clientes a varias figuras de la alta nobleza cortesana e institucional. En Madrid fue desempeñando diversos cargos, como fiscal de las tropas de la Real Casa (1760) y, en el ámbito civil, alcalde mayor, teniente de corregidor y superintendente de policía de Madrid (1772), además de asesor del Real Bosque y Casa de Campo. Antes de obtener estos cargos, el 18-11-1768 fue admitido como caballejo hijodalgo en el consistorio de Madrid, junto con su hermano Juan, catedrático de Prima. El siguiente paso en su carrera fue el de promotor fiscal de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte (06-05-1775), seguido del nombramiento como teniente de corregidor y alcalde mayor en Madrid (31-07-1777), posición en la que se encontraba cuando por Real Decreto de 17 de marzo de 1782 el gobierno creó la Superintendencia General de Policía de Madrid, nombrando a Pedro Cantero para desempeñar ese puesto en la misma fecha, en lo que fue, como se ha escrito, “un cargo hecho a su medida”, que de paso le daba derecho a ocupar un estrado en el Consejo de Castilla, al que se incorporó ese mismo año. Desde esa posición, Cantero alcanzó unos niveles de control policial y responsabilidad administrativa como seguramente no tenía ningún otro personaje del gobierno, ya que poseía la capacidad de emitir órdenes, dictar providencias, regular comportamientos sociales, sugerir o proponer reformas que presentaba directamente al conde de Floridablanca e incluso al propio monarca. El cargo, del que había tomado posesión el 14 de abril, lo ejerció hasta su muerte, si bien su estado de salud fue empeorando por lo que Carlos III dictó una providencia el 5 de junio de 1786 concediéndole permiso para ir a restablecer su salud fuera de Madrid y ya no volvió a ejercer el puesto de una manera efectiva. Para entonces, ya se le había concedido la Cruz de caballero de la Orden de Carlos III (02-06-1784). Dispuso ser enterrado en el convento de religiosos agustino recoletos de Nuestra Señora de Copacabana.

Referencias: José María Álvarez Martínez del Peral, “Conquenses ilustres”. El Día de Cuenca, 31-08-1927 / José María Vallejo García-Hevia, Diccionario biográfico español; Real Academia de la Historia