GONZALO CAÑAS OLMEDA
Cuenca, 07-07-1937 / Madrid, 28-10-2012
Actor de teatro, cine y televisión pero fundamentalmente y sobre todo, creador del excepcional Teatro de Autómatas.
Quien fue su amigo, Adolfo Ayuso, ha dejado un emocionado testimonio del día de su entierro en el cementerio de Cuenca: “Gonzalo Cañas quiso ser enterrado en una caja de madera en la misma tumba de sus padres. El 30 de octubre de 2012, antes de correr la losa de piedra, alguien dijo que no se le podía dejar marchar sin antes pronunciar unas palabras. Y se hizo un largo silencio. Yo sabía que no debía decir nada porque mi discurso improvisado hubiera sido el de un gélido historiador. No le hubiera gustado a Gonzalo la frialdad en ese instante. Entonces salió del círculo el poeta leonés Juan Carlos Mestre, el buen amigo que le ayudó en la restauración del Teatro de Autómatas, y pronunció unas hermosas palabras que nadie grabó y que quedaron flotando en ese rincón del cementerio conquense. Habló de los esfuerzos que hizo toda su vida por extender la cultura en todos los estamentos sociales y especialmente entre los más humildes. Sin duda, era un hombre singular”.
Gonzalo Cañas creció marcado por la sombra de la guerra civil, ya que su padre fue fusilado en Cuenca antes de que su madre pudiera dar a luz. De esa manera, la tragedia familiar le marcó de una manera intensa y peculiar haciendo que su carácter, desde joven, mostrara una clara tendencia hacia la melancolía, la bohemia y la libertad anarcoide como forma de vida, que le hizo llevar a asumir el título de “tiritero”, tomado de Cervantes, que priorizó sobre el más convencional de titiritero.
Licenciado en Madrid por la Real Escuela Superior de Arte Dramático, comenzó su actividad profesional en el año 1962, trabajando como actor de teatro y cine, autor, guionista, productor y escenógrafo, con un balance cifrado en 20 películas, 30 obras de teatro y 50 programas de TV. Sin embargo, su dedicación preferente ha sido para el teatro de títeres, para el que produjo, escribió y realizó una veintena de obras, además de impartir cursos monográficos y escribir manuales divulgativos y didácticos. Tras debutar con un pequeño papel en Cerca de las estrellas (César Fernández Ardavín, 1962), alcanzó cierta popularidad al figurar en los repartos de películas muy conocidas en la época, como Confidencias de un marido (Francisco Própser, 1963), La máscara de Scaramouche (Antonio Isasi Isasmendi, 1963), La frontera de Dios (César Fernández Ardavín, 1965), Días de viejo color (Pedro Olea, 1968) o Soltera y madre en la vida (Javier Aguirre, 1969). A pesar de que su alta calidad interpretativa y su poderosa presencia física, con una profunda mirada de sus inquietantes ojos azules, eran reclamos para que el cine lo buscara con insistencia, renunció a ese camino para trabajar y ganarse la vida, papel que reservó singularmente para el teatro, siempre desde una perspectiva independiente. Fundó compañías que forman parte del más importante entramado surgido en este país, como Bululú (1960), Juan de las Viñas (1964), Teatro Español de Marionetas (1974), EÑE Teatro (1985) y La Tarumba (1996) e impulsó la creación de asociaciones profesionales como ASEMA, UPROMA y UNIMA, esta última aún vigente, con un empeño destacado en la organización colectiva de los teatros de títeres. En los inicios de esa actividad, que habría de ser para él la definitiva, montó con La Tarumba El retabillo de don Cristóbal y dirigió para TVE El retablo de Maese Pedro, a partir de la obra de Manuel de Falla, dos hitos fundamentales a partir de los cuales se estructura el trabajo posterior de Gonzalo Cañas, devolviendo al género de los títeres la dignidad perdida, que él complementó con un riguroso trabajo de investigación sobre esta tradición escénica. Fruto de esa dedicación fue el espectáculo Manos, producido y dirigido por él, que estuvo durante años recorriendo España a partir de 1979, en lo que fue un auténtico descubrimiento para una generación de espectadores que nunca había imaginado que el mundo de los títeres pudiera acoger tanta creatividad y capacidad de comunicación. Inquieto como pocos creadores, a principios de los años 90 dirigió la revista especializada Espectáculos de Madrid, como vehículo de difusión práctica de la vida teatral madrileña.
En 1993 emprendió su último gran proyecto artístico, cuando compró a un comerciante valenciano. Antonio Pla, residente en Canals, la barraca Hollywood, el teatro de autómatas más antiguo conservado en España, al que dedicó tiempo, esfuerzo e imaginación para restaurar sus 35 personajes y, una vez logrado, llevarlo de gira por toda España y gran parte del mundo. El Teatro de Autómatas estuvo montado en el Parque de San Julián en el mes de agosto de 1998, coincidiendo con la Feria del Libro y la posterior Feria de San Julián. En junio de 2005 la asociación Amigos del Teatro de Cuenca le concedió el título de “Tiritero Conquense” en reconocimiento a su trayectoria personal y artística. Recibió un homenaje póstumo el domingo 16 de junio de 2013 en la iglesia de San Miguel, dentro del ámbito de actividades de Titiricuenca. Al morir, donó el Teatro de Autómatas al Ayuntamiento de Madrid que en la actualidad lo conserva en los almacenes del Circo Price.