CABALLERO, Fermín

FERMÍN CABALLERO MORGÁEZ

Barajas de Melo, 07‑07‑1800 / Madrid 17-06-1876

Una de las más extraordinarias figuras de la intelectualidad española en el siglo XIX y ejemplar conquense, que dedicó a su tierra natal un considerable trabajo de investigación y difusión. Geógrafo vocacional, escritor y político, nació en el seno de una familia de labradores en posición económica muy desahogada. Comenzó sus estudios con profesores latinistas en los colegios de Valdecolmenas de Abajo y Gascueña, pasando luego al seminario de Cuenca (1815-1819), no sólo porque ese era el único establecimiento en que resultaba posible adquirir algunos conocimientos superiores sino también porque estaba obligado a causa de un beneficio eclesiástico vinculado a su familia, pero pronto quedó claro que su camino no buscaría la orientación religiosa, por lo que tras hacer la Filosofía abandonó el seminario y pasó a Alcalá de Henares, todavía animado con alguna inclinación religiosa (incluso pronunció un primer sermón en 1821), hasta que tomó la decisión de no continuar por ese camino, para seguir la carrera de Derecho, que completó en Madrid con conocimientos de Botánica, Geografía y Agricultura a los que luego habría de unir una inconmovible afición por la historia. De esa dedicación innata da prueba que cuando solo tenía 14 años levantó un plano de Barajas de Melo y sus alrededores, demostrando así su predisposición natural por esta disciplina.

En 1822 era ya bachiller en Jurisprudencia y al año siguiente ejercía como abogado, a la vez que empezaba a sentir la llamada de la política, participando en algunos de los numerosos círculos liberales que actuaban en la capital, tiempos en los que contrajo matrimonio con Paula Heredero (de quien no tendría descendencia). En los años del Trienio Liberal se afilió al partido progresista y ejerció como capitán de la Milicia Nacional en su pueblo natal. La reacción absolutista impuestas por Fernando VII en 1823 le impulsó a abandonar la corte para vivir en Extremadura, al amparo del marqués de Malpica, cuyos intereses estaba defendiendo como jurista. A la muerte del rey (1833) regresó a Madrid y se incorporó abiertamente a la actividad política, sin renunciar a ejercer la abogacía.

Por entonces, ya era profesor de Geografía y Cronología en la Universidad madrileña, a la que accedió en 1822 y formó parte de las diversas comisiones de geógrafos, administrativistas y políticos que organizaron la división territorial de España. Obra suya fue por entonces el levantamiento de un mapa topográfico de la provincia de Madrid. Participó activamente en los movimientos de inquietud política que se desarrollaban a través de la prensa, figurando como redactor-jefe en la edición de El Boletín del Comercio, desde 1834 a 1846, afición por el mundo del periodismo que mantuvo luego a lo largo de toda su vida, con frecuentes colaboraciones en títulos como El Eco del Comercio (fundado por él mismo), El Eco de Cuenca, Crónica de los Cervantistas, etc. Para entonces ya era miembro del Partido Liberal promovido por Joaquín María López.

Concejal del Ayuntamiento de Madrid (1840), aplicó a la capital de España sus conocimientos en materia topográfica y urbanística. Diputado por Cuenca en varias legislaturas (desde 1834 a 1843) y senador (1843), desarrolló en las cámaras parlamentarias su pensamiento orientado hacia medidas de liberalismo económico, mostrándose ferviente partidario de las desamortizaciones de bienes eclesiásticos además de participar en varias comisiones orientadas a la reorganización de la Administración del Estado, sin desdeñar en ningún momento la implicación directa en la problemática de su provincia, que encontró un momento destacado cuando, en el levantamiento contra Espartero, se puso al frente de la Junta revolucionaria de Cuenca lo que le valió ganarse el sobrenombre de “El insurrecto de Cuenca”.

En algunos apuntes biográficos se afirma que fue alcalde de Madrid en 1842, pero es un dato que no encuentra confirmación documental, aunque como ya se ha dicho, sí fue concejal en el seno de la corporación madrileña. Fue ministro de la Gobernación de la Península en dos cortos periodos, ambos en el año 1843 y los dos en gabinetes liberales formados por Joaquín María López. El primero de ellos comprendió del 9 al 19 de mayo, decena de días que confirma la imposibilidad de que un gobierno de corte liberal pudiera realizar su misión durante la dictadura del general Espartero. Caído éste tras el alzamiento de junio (seguimos en 1843), volvió a aparecer Fermín Caballero en la misma cartera a la que correspondía la gestión política del interior del país y que ocupó entre el 23 de julio y el 20 de noviembre. En este corto periodo diseñó varias líneas de actuación verdaderamente notables: una ambiciosa inversión en la red de caminos, entonces en sus prolegómenos; el plan de estudios para la facultad de Medicina, que estuvo vigente durante casi un siglo; un proyecto de nueva división territorial de España, con aplicación años más tarde; la comisión para el levantamiento de la Carta Geográfica de España, con la que se dio inició a la elaboración del mapa nacional y el primer Reglamento para la organización de los estudios de Magisterio en las Escuelas Normales. Como notario mayor del reino, firmó la mayoría de edad de Isabel II y con ese acto terminó la vigencia del gobierno y su propia dedicación ministerial. En una dimensión estrictamente local, presentó a la reina el decreto por el que se concedía a la ciudad de Cuenca el título de “Impertérrita”. En esta época contrajo segundo matrimonio con Felisa Matute y Asuero.

Las experiencias políticas no le causaron buena impresión y finalmente se retiró de esta actividad a su villa de Barajas de Melo, en la que poseía un amplio patrimonio que le sirvió para desarrollar una notable dedicación a cuestiones de modernización agraria además de encontrar tiempo para aplicarse a su vocación de escritor, no sólo en el ámbito general sino con especial aplicación a asuntos de interés conquense. Para entonces, era un rico hacendado que había sabido obtener sustanciosos beneficios en el proceso desamortizador. En su pueblo natal construyó unas escuelas modélicas, regaló la fuente de la plaza mayor y dio forma a su finca El Cerro. A pesar de su aparente desapego hacia la política, la revolución de 1854 lo llevó de nuevo al parlamento durante dos años y el 8 de noviembre de 1863 fue nombrado Senador del Reino. Al caer la monarquía de Isabel II, en 1868, destacados conquenses intentaron convencerlo para que volviera a la política aspirando a un escaño de diputado por la provincia pero renunció alegando su avanzada edad (70 años) y estar casi ciego, opinando que esa era misión propia de jóvenes vigorosos con nuevas visiones y no para hombres gastados como él.

Retirado así de la política activa, pasó el ilustre polígrafo a ocupar respetables posiciones de consejero, que ejercía desde su retiro en Barajas de Melo. En esta tarea fue realmente importante su aportación a mejorar las ideas relativas a la enseñanza, a las que ya había dedicado un singular empuje durante su breve paso por el ministerio. Pero lo que importa mencionar ahora aquí es la verdaderamente trascendental Memoria que presentó al gobierno en 1866 aconsejando algunas mejoras en la enseñanza primaria, entre ellas incorporando el concepto de obligatoria y gratuita, que aún tardaría casi un siglo en tomar carta de naturaleza, junto con el desarrollo de un eficaz programa de construcción de escuelas.

Pero, sin duda, la obra más trascendente de Fermín Caballero es la que le vincula a los movimientos culturales que forman el entramado sobre el que se desarrolla la España contemporánea. Su actividad en el ámbito de la cultura es incesante. Miembro de la Real Sociedad Matritense (1834), en 1866 fue elegido miembro de número de la Real Academia de la Historia y dos años después ingresó en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. En 1876 fue elegido primer presidente de la Sociedad Geográfica de España.

Mesonero Romanos, en sus conocidas Memorias de un setentón lo describe como un joven de “veintiocho a veintinueve años, oscuro, desaliñado y poco simpático de su presencia, sencillo y hasta tosco en sus modales, tardo y poco elocuente en la palabra; pero que en sus escritos revelaba bien lo mucho que sabía, su agudo donaire y su intencionada y castiza frase, con las cuales, persiguiendo al autor del Diccionario tomo por tomo, le hundió personal y literariamente hasta un punto que rayaba en la crueldad”. Se refiere, naturalmente, al acto de entrada de Caballero en la república de las letras, que fue ni más ni menos que arremetiendo con toda ferocidad, no exenta de ironía, contra el presbítero Sebastián Miñano, al que dedicó una serie de “correcciones fraternas” alusivas a los errores cometidos por éste en su Diccionario.

Por otro lado, Pérez Galdós lo describe en el capítulo VI del volumen “Mendizábal”, de los Episodios Nacionales: “Era éste de color moreno, facciones vastas y rudas, del tipo castellano, común en campo más que en ciudades; bigote negro con mosca; cabello encrespado, que parecía un escobillón; complexión dura; el habla ruda y clásica, de perfectísima construcción castiza”. De la imagen de Caballero ha quedado una suficiente colección de retratos que permiten seguir su evolución física a lo largo de su vida.

Este perfil biográfico de Fermín Caballero se completa con un aspecto esencial de su vida, el de escritor, que tratamos en el Diccionario de Escritores Conquenses.

Referencias: José María Álvarez Martínez del Peral, “Conquenses ilustres”. El Día de Cuenca, 23-03-1927 / María Teresa Caballero, “Un jardín botánico en Cuenca. Diario de Cuenca, 03-07-1976 / Jesús Garrido Gallego: Fermín Caballero (1800-1876). Ciudad Real, 2007; Almud. / Jesús Garrido Gallego: “Iconografía de Fermín Caballero”. El Día de Cuenca, 13-07-2003, pp. 14-15 / Jesús Garrido Gallego: “Fermín Caballero, periodista, defensor de la libertad de imprenta”. El Día de Cuenca, 15-02-2000, p. 24 / Juan Giménez de Aguilar, “Don Fermín Caballero y su obra”. Conferencia pronunciada en el Instituto de Cuenca y reproducida en el diario El Mundo, los días 5, 6, 7, 9, 10, 11, 12 y 13 de octubre de 1911 / Juan Morán Bravo, Tres agraristas españoles: Jovellanos, Fermín Caballero, Costa. Córdoba, 1931; La Unión / Marino Poves Jiménez, Fermín Caballero y la educación popular. Revista Cuenca, núm. 16, segundo semestre 1979; pp. 47-69 / Marino Poves Jiménez, “Hallazgo de una posible obra inédita de Fermín Caballero”. Diario de Cuenca, 07 y 08-03-1979 / Mariano Sánchez Almonacid,. Fermín Caballero. Una circunstanciada historia viva. Cuenca, 1998; Fundación Sánchez Vera / José Torres Mena, Noticias Conquenses. Madrid, 1878; Imprenta Revista de Legislación, pp. 576-577.