Medina del Campo, 1440 / Segovia, 17-01-1511
Camarera mayor, amiga y confidente de Isabel la Católica, estuvo casada con Andrés de Cabrera, con quien compartió el título de marqueses de Moya. Sus padres, Pedro de Bobadilla y María Maldonado eran personas allegadas a la corte. Don Pedro fue nombrado guardián de la fortaleza de Arévalo, en la que la reina Isabel de Portugal y sus hijos, Alfonso e Isabel fueron recluidos por orden de su hijastro, el entonces rey, Enrique IV, dando así lugar al origen de la amistad entre las dos mujeres, a pesar de que Beatriz era diez años mayor que la princesa Isabel, compartiendo ambas juegos, estudios y confidencias. Parece fuera de duda que fue la propia Isabel la que gestionó el matrimonio de Beatriz con Andrés de Cabrera, tras nombrarla su camarera mayor. A partir de esos momentos iniciales, los principales hechos sucedidos en la vida de la futura reina surgieron a la sombra de su camarera. Entre ellos se incluye el facilitar el acceso del navegante Cristóbal Colón a la cámara privada de Isabel para que le pudieran exponer su fantástico proyecto de buscar las Indias por una ruta marítima diferente a la hasta entonces conocida. Isabel no se olvidó nunca de su gran amiga y organizó el matrimonio con un hombre absolutamente fiel, Andrés de Cabrera, antiguo camarero mayor de Enrique IV y luego alcaide del alcázar de Segovia. Como reconocimiento a sus servicios, les otorgó el marquesado de Moya, el 4 de julio de 1480. Los nuevos marqueses tendrían 9 hijos durante su matrimonio. Cuando murió la reina, Beatriz de Bobadilla tenía ya 64 años. Tras sufrir algunos desplantes por parte del nuevo monarca, Felipe el Hermoso y participar en defensa de Fernando el Católico en los sucesos posteriores organizados por el malestar popular, los marqueses de Moya abandonaron la vida pública y se dedicaron a una actividad doméstica y sosegada. Se instalan en Segovia, en la casa señorial que poseen en el centro urbano y desde ese lugar participan activamente en las disputas por el control del alcázar, tras la muerte del rey consorte. Pedro Mártir de Anglería lo dice de manera muy expresiva en carta dirigida al conde de Tendilla, fechada el 20 de mayo de 1507: “La marquesa de Moya, mujer de ánimo viril, con su marido valetudinario, nada más saber la muerte del rey Felipe, puso cerco con soldados armados y presionó con minas y cañones el alcázar de Segovia, que quedaba en nombre de Juan Manuel y que le había sido arrebatado”.Ahora, sí, se retiran definitivamente de la vida cortesana y reparten sus días entre Madrid y Chinchón, a la vez que ordenan la construcción del monasterio de Garaballa y el convento de Santa Cruz, en Carboneras de Guadazaón, donde disponen su enterramiento, en un sencillo sepulcro sin jaspes ni mármoles.
Referencias: Andrés Bernáldez, Memorias del reinado de los Reyes Católicos. Madrid, 1962 / José María de Doussinague, La corte de Isabel la Católica. Madrid, 1962; Anales de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas / Condesa de Yebes, La marquesa de Moya. Madrid, 1966; Cultura Hispánica, 80 pp. / Antonio Rumeu de Armas, Cristóbal Colón y Beatriz de Bobadilla en las antevísperas del descubrimiento. Las Palmas de Gran Canaria, 1960.
Iconografía
Ossorio y Bernard cita un cuadro de Rafael Tejeo (Caravaca, 1800) titulado Ibrahim-el-Djerbi o el moro santo, cuando en la tienda de la Marquesa de Moya se intentó asesinar a los Reyes Católicos (sitio de Málaga) lienzo que, según el cronista, figuró en la Exposición Universal de Paris (1855) alcanzando grandes elogios de la prensa francesa [Ossorio, Galería, 659]