Cuenca c. 1494 / Cuenca 1572
Platero de Cuenca, hermano de Alonso, en cuya casa comenzó a trabajar y que luego adquirió, según escritura emitida el 21 de marzo de 1534 y anotada en un libro de fundaciones de memorias de la parroquia de San Miguel y padre de Cristóbal. Se ignora la fecha exacta de su nacimiento pues fue bautizado en la parroquia de Santa Cruz, que sólo conserva libros de anotaciones a partir de 1510.
Considerado uno de los grandes plateros del Renacimiento español, alcanzó con sus trabajos en Cuenca la cima del arte, tanto en la concepción estructural de las obras como en sus imaginativas aportaciones decorativas, lo que le lleva a evolucionar las formas góticas que aún imperaban al inicio de su trabajo. Como han explicado los expertos en el estudio de la orfebrería, singularmente Amelia López-Yarto, ese carácter innovados se pone de manifiesto en la introducción de técnicas nuevas, como el torneado de piezas o la importancia que concedió a los elementos escultóricos incorporados a obras que, como las custodias, habían estado sujetas hasta entonces al predominio de la concepción arquitectónica. De esta forma un artista aparentemente menor, como era el papel tradicionalmente asignado a los orfebres y plateros, se alza por sobre todos sus colegas para alcanzar en plenitud la distinción de artista pleno.
El trabajo de Francisco Becerril estuvo ligado, casi exclusivamente, a la catedral de Cuenca, en la que ejerció como maestro de obras de plata, lo que le obligaba a realizar todo tipo de piezas menores, para el uso cotidiano del culto, repertorio en el que destaca de manera excepcional la gran custodia encargada por el obispo Diego Ramírez de Villaescusa, a cuya labra dedicó gran parte de su vida, entre 1528 y 1573, hasta el punto de que el remate final tuvo que aportarlo su hijo Cristóbal, ya fallecido el artista. Además de esta obra, Francisco Becerril realizó otras custodias no menos interesantes, como las de Iniesta, Villaescusa de Haro, San Pedro de Huete (labrada entre el 16-12-1533 y el 15-05-1552), Altarejos y Castillejo, además de cruces para las iglesias de Fresneda de Altarejos, Huete, Villar de Domingo García, las parroquias de San Andrés o Santa Cruz en Cuenca o el convento de dominicos en Carboneras de Guadazaón, además de incensarios, crismeras, portapaces, etc., pero aunque la dedicación mayoritaria de Becerril fue a iglesias de la provincia de Cuenca tambíén hizo trabajos para otros lugares próximos, como las custodias de Campo de Criptana (Ciudad Real) o Madrigueras (Albacete), aunque es conveniente señalar que en aquella época estas localidades formaban parte del obispado de Cuenca.
La obra definitiva del arte del segundo Becerril es la custodia de la catedral de Cuenca, de la que sólo nos quedan los relatos maravillados de quienes pudieron verla y unos escasos fragmentos que se conservan en la National Gallery de Londres. Los soldados del general francés Caulincourt la destrozaron (1808) para repartirse fragmentos de plata, asunto que provocó la justa ira del militar invasor al comprobar que perdía un fabuloso tesoro. Al minucioso relato de Antonio Ponz corresponde la transcripción siguiente, anotada por el propio viajero: «Comenzóse esta obra a XXV de marzo, año de MDXXVIII años, por mandado del reverendísimo D. Diego Ramírez de Haro, obispo de buena memoria, y diputados por los señores deán y cabildo, el doctor Muñoz y el doctor Antonio de Arboleda y Juan del Pozo, obrero y canónigos de esta santa Iglesia. Sacóse en primero año a XXV de junio de MDLXXIII, siendo obispo el ilustrísimo D. Gaspar de Quiroga. Labróla Francisco Becerril, y concertóse siendo obrero D. Gerónimo Anaya. Acabóse siendo obrero don Gerónimo Muñoz, canónigos». Según todos los indicios y noticias transmitidos por quienes la conocieron, la custodia era una obra espléndida, que en nada tenía que envidiar a otras de parecido estilo y grandiosidad, como la de Toledo. Sólo la imaginación puede suplir su ausencia.
Para Ceán,”la custodia es de aquél género de arquitectura usado en España a principios del siglo XVI, que llaman plateresco, quiero decir, que tiene columnas abalaustradas y que así ellas, como los demás miembros, están cargados y recargados de infinitos adornos.
Consta de tres cuerpos: el primero es cuadrangular con tres columnas en cada lado, en cuyo centro se representa con estatuitas la cena del Señor, y cubre esta historia un rico dosel, rodeándole sibilas y profetas con baxos relieves de la pasión de Cristo.
En cada ángulo del segundo cuerpo hay una capillita, compuesta de cuatro columnas y sus linternas, con estatuas en el centro, en la cornisa y en el remate. En el medio de este segundo cuerpo se levanta un templete cuadrado, en cuyo hueco se coloca otra custodia muy preciosa por su materia de oro, perlas y piedras, y por su forma, la que está asida de cuatro ángeles y sostenida de otras tantas figuritas sostenidas con mucha gracia. Se une el templete a las capillas por unas volutas llenas de figuras de soldados, y el cornisamento está cuajado de niños con instrumentos de la pasión y con otras mil menudencias.
Encima de la cornisa van más soldados en actitud de guardar el sepulcro de Cristo, que está en el tercer cuerpo octógono, formado con arcos y columnas. Hay un ángel sobre el sepulcro anunciando a las Marías la resurrección del Señor; y cierra este cuerpo un cascarón con su linterna, y encima de ésta una estatua de Jesucristo resucitado”. El trabajo merece del narrador la valoración de que ”está executado con suma delicadeza y saber” y concluye el minucioso historiador señalando que ”toda es de plata con muchas piezas doradas; pesa 916 marcos; y costó su hechura 16.725 ducados y medio”.
En el libro de cuentas de fábrica de la catedral hay anotadas cantidades entregadas a Becerril, desde el año 1546, a cuenta de lo que iba trabajando en la custodia, obra que no había cobrado por completo cuando murió, como se deduce de su testamento, en el que figura una relación de bienes adjudicados a su hijo Diego Becerril, que nos permite conocer también otros trabajos del platero: ”La deuda de la iglesia mayor de Cuenca de los cetros de plata que hizo para ella Francisco Becerril; lo que le restaba deber la iglesia de Campo de Criptana de la custodia que hizo; la deuda de la iglesia de Hiniesta, resto de los cetros que hizo para ella; resto que debe la iglesia de San Andrés de Cuenca de su cruz parroquial; lo que ha de cobrar de la iglesia catedral de Cuenca de lo que dicho Francisco Becerril dexó acabado y bruñido en la custodia de dicha iglesia”..
A estas obras hay que añadir modernamente la recuperación del Portapaz de Uclés. Amaro del Rosal custodió durante 49 años unas piezas pequeñas de esmaltes, plata y oro. Eran 14 figuras; al volver a España en 1977 comenzó a buscar su procedencia, hasta comprobar que formaban parte del Portapaz de Uclés, que fue sustraído de la catedral de Ciudad Real, devolviéndolas a la Junta de Comunidades
Fotografía: Francisco. Figura de San Cristóbal, situada en el remate de la custodia de Becerril. Hoy se encuentra en el Victoria and Albert Museum, de Londres .
Referencias: José María Álvarez y Martínez del Peral, «Conquenses Ilustres». El Día de Cuenca, 16-03-1928 / Juan Antonio Ceán Bermúdez, Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las bellas artes en España. Madrid, 1800; I, pp. 120-122 / Amelia López-Yarto, La orfebrería en el siglo XVI en la provincia de Cuenca. Cuenca, 1998; Diputación Provincial / Fernando A. Martín, «Dos nuevas piezas del platero Francisco Becerril». Cuenca, 1978; Revista Cuenca, primer semestre, s.p. / Dimas Pérez Ramírez, La custodia de la catedral de Cuenca. Cuenca, 1985; Gaceta Conquense / Julián Zarco Cuevas, Relaciones de Pueblos del Obispado de Cuenca. Cuenca, 1927. Imprenta del Seminario, II, p. 262.