ARANAZ Y VIDES, Pedro

Tudela, Navarra, 02-05-1740 / Cuenca, 24-09-1820

Maestro de capilla de la catedral de Cuenca desde 1769 y compositor, el más prolífico de cuantos estuvieron en la ciudad conquense al frente de ese organismo. Había sido, durante ocho años, colegial infante en la catedral de Zaragoza, trasladándose luego a Madrid donde trabajó como compositor musical para comedias teatrales. En 1763 ya era sacerdote, orientando su actividad hacia la música eclesiástica, obteniendo plaza sucesivamente como maestro de capilla en Santo Domingo de la Calzada (1763), Zaragoza (1765) y en la catedral de Zamora (1768), de la que pasó a Cuenca al año siguiente. En 1797, tras 28 años de ocupación del cargo, pidió la jubilación como maestro de capilla, obteniendo del cabildo una pensión con la que se trasladó a Zaragoza, pensando allí terminar sus días, pero tres años más tarde volvía a Cuenca; el 31 de enero de 1800 solicitaba el reingreso en la catedral para desempeñar las funciones que el cabildo quisiera encomendarle y que fueron las de maestro de estilo o melodía de las Infantes de Coro, puesto que se creó con este solo fin y que únicamente Aranaz ocupó. El acuerdo del cabildo se produjo el 7 de marzo pero no se conserva copia del documento en el que se recogían las nuevas funciones adjudicadas al viejo maestro. El tramo final de su vida no debió ser muy agradable; pasó algunas penurias económicas y también fue víctima de un deterioro de salud, probablemente debido a algún tipo de parálisis en un brazo, lo que mermó su capacidad de movimientos.

Pedro Aranaz  contó con un considerable prestigio en toda España, como se deduce de los comentarios emitidos sobre su trabajo y también del hecho de que fuera invitado con frecuencia a actuar como juez en numerosas oposiciones e incluso consta que algunos cabildos le ofrecieron la posibilidad de incorporarse de manera directa a las respectivas catedrales, aunque nunca quiso abandonar Cuenca. Como compositor religioso renovó por completo el género, incorporando las nuevas tendencias procedentes de Italia, lo que hace que sus obras ofrezcan un estilo limpio y claro, con una alegre sonoridad que contradice los severos acordes de la etapa anterior. Como se ha podido escribir, supo armonizar la tradición castellana con el nuevo espíritu procedente del exterior.

El repertorio de Aranaz cubre el amplio panorama habitual de música para el culto eclesiástico, que incluye misas, motetes, himnos, villancicos, salmos, lamentaciones, responsorios, misereres, etc. Buena parte de su obra se conserva manuscrita en el archivo del monasterio de El Escorial, pero las hay también en el de Guadalupe, en varias catedrales y en la Biblioteca Nacional de Madrid. Pero en el archivo musical de la catedral de Cuenca se conservan 24 misas, 124 motetes al Santísimo, 47 motetes a la Virgen, 18 salves, cinco himnos a San Julián y otros cinco a diferente santos, 18 responsorios de Navidad y Reyes, 26 salmos, 16 lamentaciones, seis villancicos y un largo etcétera, hasta completar más de 500 obras. Buena parte de esas composiciones ha sido felizmente recuperada en épocas modernas a través de la programación de la Semana de Música Religiosa.

Entre su obra publicada hay que señalar un Ofertorio a cinco voces sin acompañamiento y un Laudate Dominum a seis voces, dos coros, con violines, trompa y órgano; un Tratado de contrapunto y composición, en colaboración con Francisco Olivares, del que se conservan varias copias; en 1792 se publicaron en Madrid tres Misereres a cuatro y ocho voces, un Motete al Altísimo, a cuatro voces; un Aria, a la Virgen de los Dolores, y una salve a cinco voces. Algunas de estas obras fueron editadas por Eslava en el libro colectivo Lira sacra hispana y aparecieron también en la Biblioteca sacro-musical, editada en Bilbao.

Como compositor profano se conocen varias obras que escribió para los teatros públicos de Madrid, de las que se conservan 17, entre ellas La maja limonera (1765), La satisfacción de los amantes (1765), Dos payos y dos soldados (1766), El gallego (1767), El remedio de los locos (1769), El chasco del perro (1769), El chusco y la maja (1772). Escribió también la música para la comedia Ipsipile, que al igual que sus tonadillas, se conservan en la Biblioteca Municipal de Madrid.

Aparte su obra estrictamente creativa hay noticia de que Aranaz escribió, junto con su colega Francisco José Olivares, un Tratado completo de composición, dirigido a los niños que formaban parte de los coros de infantes en la catedrales españolas, pero que no llegó a publicarse, aunque sí lo hizo de una obra menor, Reglas generales para una composición de música perfecta. Referencias: Fernando J. Cabañas: “El regreso a Cuenca de Pedro Aranaz”. Crónicas de Cuenca, núm. 170; 06-05-2000, pp. 34-35 /    Restituto Navarro, Los maestros de capilla de la catedral de Cuenca desde el siglo XVI hasta hoy. Cuenca, 1974; Instituto de Música Religiosa, pp. 21-22 / Felipe Rubio Piqueras, “Investigación musical. El Maestro de capilla de la catedral de Cuenca D. Pedro Aranaz y Vides (siglos XVIII y XIX)”. El Día de Cuenca, núm. 2157, 25-12-1928