Jesús de las Heras
Madrid, 2012. Editorial Edaf, 263 págs.
Culmina Jesús de las Heras (Cuenca, 1943) la trilogía de carácter histórico con la que se ha acercado a los tiempos medievales de nuestra región a través de un trabajo ciertamente meritorio en el que ha sabido aunar el rigor científico con el carácter de divulgación propio de estos volúmenes. Y así, tras un primer acercamiento a la Orden de Calatrava y otro a la Orden de Santiago, los dos grandes pilares de la Reconquista en las tierras de la Mancha (y no solo reconquista: también ordenación del territorio) llega ahora este tercer volumen de la serie, centrado en la figura singular del rey Alfonso VIII (1155-1214), señalado específicamente en el título como “el de las Navas” (en alusión directa al centenario, que se cumple este año, de la histórica batalla que en 1212 abrió para Castilla el camino de Andalucía) pero que es también, no lo olvidemos, el rey conquistador de Cuenca, a la que llegó en plena juventud, en 1177.
La obra está estructurada de una manera muy razonable, en varios capítulos que ofrecen una amplísima visión de conjunto sobre la problemática del reino castellano en tiempos ciertamente convulsos, la personalidad de un rey que habría de resultar ciertamente providencial, precisamente en la solución de algunos de esos problemas heredados, las disputas políticas y territoriales con los otros vecinos peninsulares, singularmente Navarra y Aragón y, ya entrando en materia específica del reinado de Alfonso VIII, su actividad como organizador del reino, la conquista de Cuenca, y sus grandes batallas: derrota en Alarcos y victoria definitiva en Las Navas de Tolosa.
La figura de Alfonso VIII, vista desde la óptica conquense, aparece envuelta en matices que en ocasiones tienen más que ver con lo legendario, incluso lo hagiográfico, que los estrictamente histórico. La forma en que el joven rey (tenía entonces solo 22 años) emprendió el sitio y finalmente la conquista de Cuenca ha sido acompañada por los cronistas históricos de la ciudad de innumerables datos en los que la fantasía ha jugado un papel destacado, empezando por la figura del pastor Martín Alhaja y pasando por la aparición de la luminosa imagen de una virgen desde una cuevecilla junto al río. Al lado de estos datos, otros, como la promulgación del Fuero, la liberalidad aplicada al gobierno de la ciudad, la generosidad de la corona en la repoblación del espacio circundante o la forma ciertamente brillante en que completó aquella inicial conquista de Cuenca (1177) con la de prácticamente todo el territorio manchego que habría de dar forma a la provincia, son datos, escuetos pero expresivos, de la importancia objetiva del rey que marca de manera inexorable la entrada de Cuenca en la historia de Castilla. Y ello por no hablar aquí del importante papel asignado a su consorte, la reina Leonor de Plantagenet, a la que se deba nada menos que la implantación de la catedral, el primer templo gótico levantado en Castilla.
Todo ello está presente en este libro ciertamente notable, pero dentro de una perspectiva mucho más amplia que, como hemos señalado al comienzo, abarca la totalidad del reinado, empezando por la situación previa de un convulso reino sometido a los vaivenes de las ambiciones políticas de las diversas banderías en juego. Poner coto a los desmanes de la nobleza, organizar la administración del reino y establecer las bases justas para su siguiente objetivo, el militar, dirigido contra los almohades ocupantes de la mayor parte del territorio peninsular y ello limando asperezas con los otros reinos, son los grandes apartados del excelente trabajo realizado por Jesús de las Heras y que cuenta con un importante aparato gráfico, muy en la línea moderna de hacer asequible al gran público los grandes temas históricos. Todo ello contado de una manera amena, en la que sin desdeñar en ningún momento el rigor histórico se nos pone al alcance de la mano, con viveza y generosidad, una gran etapa de la historia de Castilla y, por ende, de España.