¿1387? / Alcocer o Torralba, 17-04-1440
VIII señora de Albornoz y última titular de este linaje, que con ella se extingue. Era hija de Juan de Albornoz, copero mayor del rey Juan I y de su mujer, Constanza, que ya encabezaban un poderoso señorío territorial cuando el hombre falleció prematuramente en 1389, dejando como única superviviente a su pequeña hija María y a la mujer embarazada de otra criatura que, según su sexo, hubiera cambiado el curso de la historia, porque de nacer varón habría sido el heredero indiscutible, pero nació otra niña, Beatriz, con lo que la primera tuvo que ser reconocida como legítima heredera del ya poderoso señorío de los Albornoz. Felipe Ximénez de Sandoval, en su obra sobre Enrique de Villena, dice de ella que “era hermosa, dulce, musical. La rosa y la azucena, el oro y el zafiro, la espiga y la palmera, la tórtola y la guzla, le han brindado sus íntimas esencias para el rostro y las manos, el cabello y las pupilas, la quietud y el movimiento, el candor y la palabra”. Obviamente, son palabras que no reflejan una realidad objetiva, pero probablemente aciertan en la descripción del personaje, en cuyas circunstancias personales coinciden también otros cronistas de la época que se refieren siempre a una mujer alta, rubia, muy bella y de fuerte personalidad a la que incluso se la quiso relacionar en el terreno amoroso con el rey Enrique III el Doliente, además de sugerir para ella otras relaciones más o menos infundadas basadas sobre todo en las complicadas relaciones que mantuvo con su propio y legítimo marido, Enrique de Villena, con el que fue obligada a contraer matrimonio de conveniencia, promovido por el rey para favorecer en algo a su primo, cuya vida estaba siguiendo una trayectoria algo desordenada, casándolo con una dama de riqueza consolidada, lo que podría beneficiar al marido tranquilizando sus inquietudes económicas.
No se conoce la fecha exacta del matrimonio, pero sí que lo era ya en 1403 porque en esa fecha firman conjuntamente una escritura. Aunque no hay datos precisos, todos los indicios apuntan a que la vida en común no fue en absoluto satisfactoria desde el primer momento y eso explica que al poco tiempo el principal protector de Enrique, su primo el rey Enrique III ya está buscando la forma de ofrecerle otra solución a sus problemas y una que se le ofrece es la del cargo de maestre de Calatrava, para la que sin embargo existe una dificultad: un casado no puede ejercer semejante puesto, reservado sólo a hombres célibes. La solución que intentan es desde luego retorcida: convencen a María de Albornoz de que abandone la vida matrimonial para ingresar como monja en el convento de Santa Clara de Guadalajara pero con la intención expresa de que nunca llegaría a profesar de manera efectiva. Con ese planteamiento, María de Albornoz plantea la demanda de divorcio contra Enrique de Aragón, afirmando de manera concreta que lo hace “a título de impotencia de su marido” y ya tenemos a la pareja separada, cada uno en busca de su propio destino. Tal cosa ocurrió en 1404, por lo que es fácil deducir que la vida matrimonial de ambos duró apenas dos o tres años que debieron ser bastante tormentosos y aunque posteriormente el papa Benedicto XIII intentó una reconciliación apelando a cuestiones morales y de apariencia social, no hay constancia cierta de que tal cosa llegara a ocurrir, aunque algunos historiadores lo insinúan. En cualquier caso, no hay más referencias a que María de Albornoz pudiera tener alguna otra relación amorosa posterior.
Como no tuvieron hijos, ni siquiera descendencia directa, al morir su único sobrino, María de Albornoz decidió nombrar heredero a su primo, Álvaro de Luna, mediante donación formalizada el 15 de marzo de 1432 en la villa de Alcocer, con la condición de que el beneficiario debía tomar el apellido Albornoz, con el propósito evidente de que pudiera prolongarse, condición que el privado incumplió puesto que nunca renunció a su propio apellido, con el que fue ejecutado en el cadalso de Valladolid (1453). Se conoce la fecha exacta de la muerte de María de Albornoz, el 17 de abril de 1440, pero no el lugar en que ocurrió, Torralba o Alcocer, ya que en ambos firma sus últimos documentos. Lo cierto es que con María de Albornoz se extingue el linaje pero no su nombre, que permanece en el ámbito de la literatura, como ocurre a través del trovador Macías, enamorado de la dama, a la que dedicó apasionadas coplas, o en la novela de Mariano José de Larra El doncel de don Enrique el Doliente.
Referencias: Pablo Martín Prieto, “De los Albornoz a los Mendoza, la transmisión del estado señorial del Infantado de Huete en la Baja Edad Media”. En La España medieval, 34 (2011) / José Ignacio Ortega Cervigón, “Nobleza y poder en la tierra de Cuenca: nuevos datos sobre el linaje Albornoz”; Miscelánea medieval murciana, 33; pp. 43-173 (2009) / Aurelio Pretel Marín, Don Enrique de Villena, retrato de un perdedor; Iniesta, 2015, Centro de Estudios de la Manchuela / Carlos Solano Oropesa, Juan Carlos Solano Herranz, María de Albornoz y Enrique de Villena. Cuenca, 2014; Diputación Provincial / Tomás Crame (Felipe Ximénez de Sandoval), Don Enrique de Villena; Madrid, 1944; Orbe.