LÓPEZ SANTAELLA, Manuel

Carmona, Sevilla, 25-01-1804 / Madrid, 1867

Religioso y político español durante el conflictivo reinado de Isabel II. Miembro del cabildo catedralicio conquense, con la dignidad de arcediano de Huete, fue nombrado presidente de la Comisión apostólica del Subsidio del Clero y Comisario de la Santa Cruzada, distinción otorgada directamente por el Vaticano y que compaginó como senador del Reino.

Nació en el seno de una familia de labradores pero en seguida se orientó hacia los estudios, haciendo los de Filosofía en la Universidad de Sevilla contando con la protección de unos familiares. A continuación estudió Leyes y de inmediato fue ordenado sacerdote (1827), iniciándose como párroco en un pueblo de Huelva. Pronto empezó a implicarse en cuestiones políticas que le obligaron a emigrar a Portugal y luego viajó por otros países de Europa, dedicándose en París a los estudios de mineralogía. Volvió a España en 1834 y por un breve periodo de tiempo ejerció como abogado en Barcelona. En 1835 obtuvo un puesto de canónigo en la catedral de Jaén y en seguida pasó a la de Cuenca, sin renunciar en ningún momento a su vocación política.

En 1837 consiguió escaño de diputado por Sevilla, siendo uno de los firmantes de la Constitución promulgada en ese año. En los dos siguientes ocupó el puesto de vicepresidente del Ateneo de Madrid, pero en septiembre de 1840 la Junta Revolucionaria que derrocó a la regente María Cristina le ordenó abandonar la corte y ocupar de manera efectiva su canonjía en Cuenca, cosa que efectivamente hizo, para ocupar no solo su puesto en el cabildo sino la presidencia del cuerpo de canónigos, hasta que volvió a la política, porque entre el 28-09-1843 y el 17-12-1845 fue senador por la provincia de Cuenca y a partir de la última fecha señalada, senador vitalicio, mientras que, a la vez, era nombrado por el gobierno Comisario General de Cruzada, confirmado por Breve pontificio de Pio IX en mayo de 1849 y hasta que dos años más tarde se suprimió este organismo por decisión del gobierno encabezado por Bravo Murillo dando luego a una investigación posterior que derivó en un incidente de amplia repercusión en su época y que arranca por lo menos en 1856, pues en el número de La Iberia correspondiente al 24 de junio leemos: “Se asegura que el famoso excomisario de Cruzada, Manuel López Santaella, acaba de ser acusado, con arreglo a las leyes canónicas, ante el tribunal eclesiástico de esa diócesis”(o sea, la de Cuenca), por diversas irregularidades detectadas en la administración del organismo. En sesión del 3 de febrero de 1859, el Senado se dio por enterado de la comunicación remitida por el Consejo de Ministros ordenándole constituirse en sala de justicia para entender de la causa instruida por el Tribunal de Cuentas, pero no se llegó a producir una sentencia porque poco antes de morir resultó absuelto por el Tribunal de la Rota, o sea, el órgano eclesiástico.

En 1860 financió de sus propios fondos una estatua dedicada a la reina Isabel II, instalada en la plaza de la Ópera, en Madrid. Cuentan las crónicas maliciosas de la época que durante el acto de inauguración del monumento, el pueblo de Madrid, que ya de tiempo atrás contaba burlas y chascarrillos sobre la honestidad de la reina, aprovechó la ocasión y alguien pintó un pasquín en el soporte de la escultura en el que se podía leer: Santaella, de Isabel / cueste la estatua bella / y del vulgo el eco fiel / dice que no es Santo él / ni Santa ella”.La actual escultura que se puede ver en ese lugar no es la original, destruida durante un bombardeo de la guerra civil, sino una copia en bronce de la réplica de mármol existente en la Biblioteca Nacional. Otro gesto de generosidad es el que recoge el canónigo Muñoz y Soliva, aunque sin mencionar el nombre de Santaella, pero sí afirma que el obispo Sánchez Artesero (1849-1855) compró para el seminario conciliar “un gabinete de física y de química, quizá el más completo de los establecimientos conciliares, con cuatro mil duros que al efecto le libró el Excmo. Sr. Comisario de Cruzada”.

Senador vitalicio hasta 1867, salvo el periodo de 1854-1856 conocido como el bienio progresista, fue elegido académico de la Historia en 1851 pero, por motivos que se desconocen, no llegó a tomar posesión del asiento y pronunciar el correspondiente discurso, por lo que en 1855 se concedió la plaza a Manuel Colmeiro. Sorprende esta elección porque López Santaella no aparece como responsable de ninguna obra histórica por lo que no se entiende muy bien qué méritos puedo encontrar la Academia para hacerle uno de sus miembros, salvo que se considere mérito suficiente una introducción a la Historia de la vida del pontificado del papa Pio VII, compuesta por el francés Alexis François Artaud (1837) y un par de folletos sobre cuestiones administrativas de la Santa Cruzada.

Ilustración: Litografía original de Luis Carlos Legrand, en el Boletín del Clero Español.