GUSTAVO TORNER DE LA FUENTE
Cuenca, 13‑07‑1925 / Cuenca, 13-09-2025
Pintor, escultor, interiorista, diseñador de espacios escénicos, Gustavo Torner ha sobrevivido dos meses a la mítica y extraordinaria edad de cien años. Y ha llegado hasta el final de su vida dotado de una sorprendente lucidez mental e incluso con unas condiciones físicas razonables, pese al deterioro lógico. Uno de los más destacados representantes españoles de las corrientes informalistas, ciudadano del mundo, acertó a compartir una visión universal del arte y la vida con su permanente vinculación a la tierra natal. La puesta en marcha, con su compañero de generación Fernando Zóbel y la implicación directa de otros muchos artistas, del Museo de Arte Abstracto de Cuenca, simboliza a la perfección esa doble circunstancia, internacional y localista que se completa con otros datos de excepcional importancia. Hablamos de un artista total, que cultivó todos los géneros y que a semejanza de los renacentistas, podía hablar con total solvencia de cualquier cuestión que tuviera que ver con el humanismo cultural, fuese literatura, música o, por supuesto, arte.
Hijo del ingeniero de Montes, Jorge Torner, presidente de la Diputación Provincial de Cuenca (1928) y autor del plan de caminos de sacas forestales que permitieron comunicar todos los puntos de la Serranía de Cuenca (y que continúan siendo utilizados, ahora con una clara intencionalidad turística), tras realizar en Cuenca los estudios básicos, en 1946 consigue la titulación en Ingeniería Técnica Forestal, profesión que empieza a ejercer, primero en Teruel y luego en Cuenca, pero a la que renuncia en 1965 para dedicarse íntegramente al arte. Contaba, desde siempre, con una disposición natural para la pintura, que tuvo ocasión de manifestar inicialmente al dibujar unas láminas botánicas incluidas en la obra Flora forestal de España, y que completó con sus primeros viajes formativos (1950) a Francia e Italia, iniciando así su larga y profunda inmersión en la cultura europea. En 1951 fija su residencia en Cuenca, inicia relaciones con los artistas existentes en la ciudad, en especial con Antonio Saura y comienza a pintar.
Torner ha recordado en algunas ocasiones como su inmersión en la pintura tuvo un carácter casi casual: “Había desarrollado una afición especial por el dibujo y ya en la Escuela de Montes debieron verme alguna aptitud cuando me encargaron la elaboración de láminas de botánica sobre algunas especies arbóreas, a las acuarelas y sin cortar tintas. La del pino albar fue la primera”, de manera que en esos orígenes, su orientación artística se apoya en su dedicación laboral hacia la naturaleza. También diseñó una serie de actuaciones de adecuación funcional y paisajística en el área recreativa Fuente de la Tía Perra, uno de los puntos más populares de la Serranía conquense. También diseño el refugio forestal Alto de la Vega, a 2 kilómetros del nacimiento del Río Cuervo. Además, con motivo del VI Congreso Mundial Forestal (1966), Torner ejecutó un monumento conmemorativo que hoy en día se puede visitar en un cruce de caminos junto al río Escabas, muy cerca del albergue de Tejadillos y que es una extraordinaria aportación de arte inmerso en la naturaleza, una bellísima estructura que adelanta cuales serán las inclinaciones estéticas de su autor.
Decidido ya a continuar por el camino que más le atrae, sus primeros pasos están marcados por el naturalismo. Gustavo Torner es entonces un pintor de paisajes, de calles, de objetos reales. En 1955 ofrece su primera exposición, en la sala de las Escuelas Aguirre, en su ciudad natal pero ya al año siguiente realiza su primera obra abstracta, “Roca”. A partir de aquí comienza un largo e intenso camino en busca de su propio sentido de la concepción del arte, tanto en la pintura como en escultura, orientándose cada vez más, hasta hacerlo de forma abierta y total, hacia las corrientes informalistas que están surgiendo en Europa y que él completa mostrando una abierta curiosidad hacia los materiales empleados y sus texturas, en una permanente tarea de investigación. De esa manera, al óleo empleado inicialmente va incorporando materiales como la arena, pigmentos, fragmentos vegetales. Y de manera progresiva trabaja con la madera o el metal, el nylon o la piel sintética, el plástico, etc., ampliando así el repertorio expresivo sin que nunca acepte limitaciones en ese sentido. En 1962 expuso en Madrid por partida doble: cuadros y esculturas en la Galería Theo y collages en Cellini en la que fue su auténtica inmersión, ya definitiva, en el mundo de las galerías y exposiciones.
A mediados de los años 60, Torner es ya de manera total un informalista. A su disposición natural une continuos viajes y conocimiento de otros artistas y escuelas. En 1962 conoce en la Bienal de Venecia a Fernando Zóbel, naciendo así una firme amistad personal y un alto sentido de la colaboración artística, que tendrá su culminación cuando ambos, junto a Gerardo Rueda, planeen y diseñen el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, abierto en 1966.

La primera gran aportación de Torner a su tierra natal es el Monumento a la Madera, instalado en 1966 en el paraje de Tejadillos [Foto José Luis Muñoz]
Un momento de especial importancia en la trayectoria artística de Torner es su interpretación artística del tratado de anatomía de Andreas Vesalio De humani corporis fabrica (1543), que el artista utiliza, a partir de una edición original, para crear la serie “Vesalio, el cielo, las geometrías y el mar” (1964-65), que ejemplifica, como en ningún otro caso, la concepción del artista en la compleja elaboración de sus obras, en un asombroso ensamblaje del espacio físico con la esencia espiritual del contenido, dando lugar a un mundo creativo de valores trascendentes. Bien puede decirse que esta interpretación de Vesalio es un punto de inflexión en la obra de Torner, que deja atrás la etapa de estudio y formación para entrar de lleno en la madurez de un artista pleno.
Por entonces aparece también otro aspecto de la obra de Torner que habrá de manifestar de manera repetida en los años siguientes: su alta capacidad creativa en montajes de grandes dimensiones o, como también se ha dicho, un gran sentido escenográfico que demostrará en representaciones teatrales y de ópera, montajes museísticos, esculturas al aire libre.
La actividad escultórica ocupa gran parte de su trabajo en la década de los años 70. Por lo general, son obras de gran tamaño, de formas geométricas simples, en materiales diversos pero de muy compleja realización técnica, pese a su aparente simplicidad. En todo caso, Torner pretende sugerir al espectador una serie de ideas y cuestiones que intenta reflejar a través de las formas utilizadas, insinuando pensamientos inmateriales directamente vinculados con el espíritu, forzando así la reflexión personal del observador.
En 1980 ganó el primer certamen de Escultura al Aire Libre, convocado por el Ayuntamiento de Madrid, por la obra titulada “La rectitud de las cosas”, preparada en acero pardo que se oxida de forma natural; mide unas dimensiones de 3,80×3,5×2,50 y que posteriormente fue colocado en los jardines de la fachada del Museo Municipal de Madrid, un edificio barroco construido en 1727 por Pedro de Ribera. Poco antes, en junio de ese mismo año, se estrenó la ópera “El poeta”, original de Moreno Torroba, con figurines y diseños de Torner. Esculturas urbanas del artista hay en varios lugares de España: Layos (Toledo), Caldas de Oviedo (Asturias), Somosaguas (Madrid), Alicnate, Santa Cruz de Tenerife, Palma de Mallorca.
El 21 de abril de 1983 expuso collages en la Sala Celini, de Madrid. Entre octubre y noviembre de 1989 estuvo en la Galería Theo, también de la capital. El 28 de mayo de 1991 quedó inaugurada la exposición antológica de su obra, en el Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid, sin duda una de las más importantes protagonizadas por el artista. Casi a la vez, el artista había donado una escultura titulada «Tristeza» que se une a las dos obras del autor que ya tenía el museo.
Entre el 17 de mayo y el 14 de julio de 1994 tuvo montada una exposición de dibujos y acuarelas en la galerÍa Lina Davidov, en París, donde repitió presencia, pues el 24 de octubre de 1996 inauguró exposición con el título «Praesciptura II», que repitió en Madrid (Galería Egam) a partir del 14 de enero de 1997. El 11 de septiembre de 2007 presentó en la abadía de Santo Domingo de Silos una muestra formada por 48 obras especialmente concebidas para ese espacio, bajo el título “Ni orden ni caos”; veinte collages, un óleo, nueve esculturas y 18 gouaches integran nueva aportación de la visión cósmica de Torner, desarrollando postulados geométricos que dan como resultado unas formas angulosas bañadas en oro y montadas sobre una superficie, en muy variadas combinaciones y con distintas inclinaciones.
En abril y mayo de 2008 presentó una exposición en Granada bajo el título Torner: naturaleza y razón, que incluye fotografías, pintura y escultura. Ese mismo año, en septiembre, fue distinguido con una mención especial del premio Europa Nostra, que le entregó la reina Sofía de España, por la conservación del espacio arquitectónico en que ha sido su colección artística personal. En enero de 2009 trasladó a la galería Atalaya, de Palma de Mallorca, los 72 trabajos de pintura y escultura que componen la serie “Obra Última” y unos meses más tarde, en junio, la Casa Becerra de Cáceres recibió otra muestra bajo el título de “Naturaleza y razón”, en la que se reúnen sus primeros trabajos en el campo de la fotografía (en los años 50 del siglo XX) con trabajos más recientes: los guaches de la serie “Ni orden ni caos” y las esculturas de la serie “Complemento torcido”.
Estas menciones son apenas retazos, puntos de apoyo en una carrera plagada de referencias expositivas y que se completan con otras actividades dentro de la prolífica actividad desarrollada por Torner de manera constante.

En marzo de 1996 se estrenó en el teatro de la Zarzuela, de Madrid, «La vida breve», de Manuel de Falla, dentro de los actos conmemorativos del 50 aniversario de la muerte del compositor, junto con «Selene», de Tomás Marco. Dirigió Cristóbal Halffter la Orquesta Sinfónica de Madrid y Gustavo Torner se encargó de diseñar la escenografía y los figurines de ambos títulos.
Al final del verano de 1998 fueron abiertas al público las nuevas salas del Museo del Prado, dedicadas a la pintura flamenca con obras notables de Rembrandt y Van Dyck, entre otros. La obra de adaptación de dichas salas fue dirigida por Gustavo Torner. Los trabajos de rediseño del primer museo español culminaron en septiembre de 1999, cuando el cuadro más emblemático de la pintura velazqueña, “Las Meninas”, quedó situado en su definitiva ubicación, en el testero principal de la Sala XII, tras dos años de estar cerrada y en rehabilitación. “Nuevas cubiertas, una iluminación cuidada al mínimo detalle y un reentelado de lujo con medallones en color oro viejo sobre fondo gris dan un empaque noble a la sala basilical” [ABC, 23-07-1999, pág. 48-49]. En ella quedaron ubicados veinte cuadros fundamentales de Velázquez, con la espléndida visión de “Las Meninas” presidiendo el conjunto. La obra de Velázquez ocupa ahora cinco salas, situadas en el eje de la galería central, precedidas por la pintura flamenca del siglo XVII encabezada por Rubens y seguida por las salas dedicadas a los maestros españoles del barroco: Ribera y Murillo. La destacada intervención de los conceptos estéticos y museísticos de Torner en la remodelación del Prado recibió unánimes elogios de técnicos y críticos.
En julio de 1999, el grupo editorial Axel Springer le concedió el primer premio de Decoración “Cristina Rodríguez-Salmones” en el apartado de divulgación en la decoración en el arte, en un acto celebrado el día 9 de ese mes en el Teatro Real.
La carrera de Torner es multiforme: todo cabe en su amplísima concepción del arte. Pintura, escultura, obra gráfica, reestructuración de nuevas salas en el Museo del Prado (1982 a 1985), montaje del Museo Diocesano de Cuenca, ejecución de vidrieras para la catedral de Cuenca (1989 a 1993), diseño de la nueva imagen de la firma «Loewe» (1982 a 1994), cartel para la Semana Santa de Cuenca de 1998, escenografías y figurines para ópera y teatro, asesor artístico de la Fundación Juan March durante los últimos 40 años, rehabilitación de las nuevas salas de la planta superior en el Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando… Y, por supuesto, como trabajo esencial, en el que aportó no sólo sus amplios conocimientos en la materia sino su propia implicación personal, el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, tanto en su primer montaje como en la ampliación posterior, en ambos casos íntimamente ligado al fundador, Fernando Zóbel.
El 22 de septiembre de 1984 recibió la Medalla de Oro de Cuenca, en un solemne y emotivo acto celebrado en la iglesia de San Miguel. El 23 de agosto de 1991 pronunció el pregón inaugural de las Fiestas de San Julián de Cuenca y pocos días después sufrió un infarto de miocardio, por lo que tuvo que ser internado en el hospital «Virgen de la Luz», causando su estado seria preocupación durante algunos días aunque, por fortuna, se recuperó satisfactoriamente. Sin embargo, este incidente impidió al artista poder pronunciar la lección inaugural del curso en la sede de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, acto previsto para el 5 de septiembre de 1991 y que hubo que aplazar varias fechas.
El 30 de marzo de 1992 fue elegido miembro de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la que ingresó el 24 de enero del año siguiente con un discurso sobre “El arte, víctima de sus teorías y su historia”, al que dio contestación el académico Antonio Bonet Correa.
Los honores recibidos por el artista encontraron un colofón cuando el 28 de abril de 1993 el Consejo de Gobierno de Castilla‑La Mancha acordó concederle la medalla de oro de la Región, junto con el dramaturgo Paco Nieva y el poeta Rafael Morales. A esas distinciones se unen la Medalla de la orden de Alfonso X el Sabio (que le fue concedida junto a Fernando Zóbel), la Medalla de Oro a las Bellas Artes y la Medalla de Oro de Cuenca. El 14 de mayo de 2018 recibió de manos del ministro Íñigo Méndez de Vigo la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio.
El 12 de enero de 2001 el gobierno acordó concederle la gran cruz de Isabel la Católica, justo al concluir la magna exposición cuyo montaje había dirigido en Toledo para conmemorar el centenario de Carlos I. La condecoración le fue impuesta por el presidente Aznar el 19 de abril en el Palacio de la Moncloa. En ese momento se hizo público que el artista había donado al Museo Reina Sofía su colección personal, formada por más de 600 obras entre lienzos, esculturas, dibujos, grabados y bocetos, incluyendo bocetos y estudios para su trabajo. En ese momento, el museo disponía ya de 5 obras de Torner.
El 2 de octubre de 2000 fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Castilla-La Mancha, en un acto celebrado en la facultad de Bellas Artes de Cuenca, acto en el que pronunció un discurso sobre “El arte y los museos, hoy”. El 20 de octubre de 2003 recibió el nombramiento de académico de honor de la Real Academia Conquense de Artes y Letras. En diciembre de 2011 fue galardonado con el premio a las Artes Plásticas 2010 de la Comunidad de Madrid.
El 2 de abril de 2004 se celebró en el Museo Reina Sofía de Madrid el acto de cesión por parte de Gustavo Torner de la práctica totalidad de su obra, conservada hasta ese momento en su estudio personal y formada por 561 trabajos: 54 pinturas, 338 dibujos, 112 grabados, 40 collages, 16 fotografías y una escultura. El presidente del patronato del Reina Sofía, Juan Manuel Urgoiti, al recibir la donación señaló que Torner es un artista “inmerso en su tiempo, que lo ha interpretado” y destacó su capacidad para la utilización del color y la extraordinaria sensibilidad con que ha educado a varias generaciones de creadores. Parte sustancial de ese legado quedó instalada, en el año 2005, en la remodelada iglesia del convento de San Pablo en Cuenca, bautizada a partir de ese momento como Espacio Torner, en el que se exponen de manera permanente 40 de sus obras. La instalación ha merecido una mención especial en los premios “Europa Nostra” sobre la conservación del patrimonio.
En esa dimensión universalista de Gustavo Torner, artista total, es conveniente dedicar un espacio a señalar su constante vinculación con la capital provinciana en la que vivió y en la que finalmente volvió para morir. Personaje profundamente enraizado en las costumbres y las vivencias del casco antiguo de Cuenca, donde siempre vivió, a la ciudad dedicó varias aportaciones fundamentales, algunas ya citadas a lo largo de estas líneas, pero que ahora se concretan y agrupan: el Monumento a la Madera, en el paraje de Tejadillos; el Monumento a la Constitución, en la Plaza de Mangana; el montaje y organización, junto a Fernando Zóbel, del Museo de Arte Abstracto Español; la organización expositiva del Museo Diocesano, en la planta baja del Palacio Episcopal y finalmente el montaje del Espacio Torner, en la iglesia del antiguo convento de Pablo. A lo que se debe añadir su aportación en la elaboración del Plan de Urbanismo todavía vigente, con un notable repertorio de ideas y sugerencias sobre el patrimonio y el urbanismo de la parte antigua de Cuenca, que había fotografiado por completo y sobre la que tenía un conocimiento exhaustivo.
Torner tiene su obra repartida por todo el mundo. Además de las que hay en su ciudad natal, sus trabajos se pueden admirar tanto en la Tate Gallery o el British Museum de Londres como en la Biblioteca del Congreso en Washington o el Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid, además de las ya citadas numerosas esculturas al aire libre en varias ciudades españolas.

Para Carlos de la Rica, nos encontramos ante «la universalidad de un mensaje total», en el que «aparentemente la frialdad matemática, el ajuste del color, impone un canon mental en la abstracción metafísica», pero «este creador de belleza es, al propio tiempo, un pensador que va mucho más allá, que sabe su oficio y lo usa barajando pensamiento y sentimiento» (El Día de Cuenca, 05‑01‑1996).
Pero quizá quien mejor ha explicado al artista Torner haya sido su amigo y compañero de aventuras Fernando Zóbel, quien en la introducción de un libro que recoge los pensamientos del propio artista explica: “Torner no tiene un estilo de hacer, sino un estilo de pensar. Su hacer es consecuencia de su estilo de pensar y para ese hacer tiene a su servicio y emplea toda una rica variedad de técnicas, desde las más tradicionales hasta las más originales y sorprendentes. Yo me atrevería a decir (quizá exagerando un poco) que cada vez que Torner se plantea la necesidad de hacer una obra, se inventa la técnica necesaria para hacerla”.
La obra de Torner, pura, limpia, de una claridad apabullante, se traduce en una muestra del arte “para pensar” que ha desarrollado el artista a lo largo de su vida, porque como explica Marta Moset, directora de la Fundación, su singularidad reside en esa manera de abordar cada obra: no se trata únicamente de un estilo visual, sino de un estilo de pensamiento. “Como decía Zóbel, en Torner no hay un estilo de hacer, sino un estilo de pensar”, recalca Moset. Desde sus inicios figurativos en los años 50 hasta sus abstracciones matéricas y conceptuales, su obra ha evolucionado con coherencia, pero también con riesgo, buscando siempre la excelencia. “Esa búsqueda de la belleza invisible, más que de la belleza evidente, es uno de los motores de su trabajo”, añade.
Ha publicado tres libros: Torner. Madrid, 1978; Ediciones Rayuela; El Arte, víctima de sus teorías y de su historia (Madrid, 1993) y Escritos y conversaciones (Valencia, 1996).
Gustavo Torner murió en su casa de Cuenca, la ciudad en que había nacido. Al día siguiente se celebró el funeral en el altar mayor de la catedral, bajo la cálida luz que penetraba por las vidrieras que él mismo había diseñado. Ofició el obispo de la diócesis, hubo autoridades y artistas y estuvieron, formando un cuerpo nutrido, sus vecinos del casco antiguo, con los que compartió, durante cien años, vivencias, sueños y problemas.
Referencias: José Ángel García, Insistiendo en la excelencia. Gustavo Torner: un collage. Cuenca, 2006; Diputación Provincial / Juan de H., “Torner, el arte y los homenajes”. El Banzo, Cuenca, enero 1976, pp- 25-27 / Fernando Huici, “Gustavo Torner: quiero estar siempre al borde del precipicio”. El País, 26-04-1983 / José Luis Muñoz, “Garantías para cumplir un compromiso”. La Tribuna de Cuenca, 16-06-2018, p. 5 / “Dos personas excepcionales”. La Tribuna de Cuenca, 21-12-2023, p. 24 / Carlos de la Rica, “Gustavo Torner”. Revista Cuenca, núm. 28, segundo semestre 1986, pp. 121‑123 / Carlos de la Rica,“Gustavo Torner o el sonido de las formas”. Revista Cuenca, núm. 29, primer semestre 1987, pp. 141‑142 / Tomás F. Ruiz, “En un sentido arquitectónico, la ciudad total es impensable”. Entrevista. Castilla-La Mancha, núm. 90, marzo-abril 1995, pp. 18-19/ Gustavo Torner, Tornes. Madrid, 1978; Ediciones Rayuela.