Kurashiki, provincia de Okayama, Japón, 22‑02‑1940 / Cuenca, 26-10-2003
Pintor residente en Cuenca desde 1968. Estudió en la facultad de Artes de Tokio, ciudad en la que recibió el premio Ohashi (al estudiante más destacado) en 1965, cuando estaba en los comienzos de su carrera artística, etapa en la que realizó varias exposiciones en su país natal. Para entonces ya padecía los problemas físicos (raquitismo con déficit en el crecimiento) que habrían de marcar toda su vida. Atraído por las obras del Museo del Prado, que conocía a través de libros y catálogos, decide viaje a España, donde no solo queda maravillado en sus visitas a la pinacoteca, sino que descubre con auténtica pasión el mundo del flamenco y de los toros. Reanuda su amistad con Mitsuo Miura, al que ya había conocido en su país y decide fijar su residencia en España (1967). Vive y expone en Toledo y Madrid. Su presencia en la galería Siquer (1968) sirvió para que le encontrara Fernando Zóbel, siempre interesado por la cultura japonesa, invitándole a visitarlo en Cuenca. Luis Muro le ofreció una exposición en la Sala Honda, conoce a Bonifacio y decide quedarse en la ciudad, viviendo en la casa que le ofrece Antonio Lorenzo, en la calle de San Pedro, número 56. El paso siguiente es comprar su propia vivienda, en el barrio de San Martín. Inicia una larga serie de exposiciones en distintas ciudades españolas (Casa de la Cultura de Toledo, Sala Honda de Cuenca, Galeria Egam, de Madrid, 1969) aunque también pasó esporádicas etapas en Japón, exponiendo en Okayama, Tokio y Kobe, entre otras ciudades. En 1970 se traslada a una vivienda propia, en el barrio de San Martín, y desde 1979 convive con Keiko Mataki. En 1971expone en varias ciudades japonesas (Kurashiki, Okayama), a la que siguen otras en España: Bilbao, 1972; Madrid, 1974; Toledo, 1975) y edita, con Javier Cebrián, una serigrafía de 75 ejemplares en la serie “De buena tinta”. En los años siguientes continúa alternando exposiciones en España y en Japón, fiel a la actitud vitalista que le mantuvo con fuerzas. En la última parte de su vida se intensificó su dolorosa e irreversible enfermedad, tras una caída (1986) por la que tuvo que ser hospitalizado además de sufrir largos periodos de rehabilitación. Pese a ello, trabaja y expone en Amsterdam (1984), Kobe (1989), Okayama (1991), es protagonista de un documental sobre su obra, edita libros y mantiene una constante actividad social, muy vitalista. De su vinculación con la ciudad conquense puede dar idea el hecho de que participó siempre en las exposiciones colectivas sobre la Semana Santa. Pocos días después de su muerte, el 2 de noviembre, su compañera Keiko Mataki organizó una ceremonia inspirada en el sintoismo y el budismo para arrojar al Júcar las cenizas de Okano, cumpliendo así su último deseo. En el año 2007, el 27 de junio, se realizaron actos de homenaje y recuerdo tanto en Cuenca como en San Clemente, con actuaciones de teatro y folklore tradicional japonés a cargo del grupo Kyogen. En 2012 se ofreció una exposición antológica de su obra en la sala de arte del Centro “Cruz Novillo”, seguida de otras en 2014 y 2018 y una final en el verano de 2024, en la Fundación Antonio Pérez.
Ilustración: Kozo Okano en 1970 [Fotografía: Cristóbal Hara]
Referencias: Aurora Núñez y Juan Villaescusa, “Okano, el pintor japonés y conquense habla de su obra”. Diario de Cuenca, 11-01-1979, p. 1 / Alfonso de la Torre, Kozo Kano, esa otra (y extraña belleza). Cuenca, 2024; Fundación Antonio Pérez / C.I., “El espacio mágico de Kozo Okano; El Día de Cuenca, 05-02-1986 / Pablo Torres, “Dos artistas hispano-japoneses”. Madrid, 2013, Carta de España, núm. 689; pp. 22-25.