MARTÍNEZ DEL MAZO, Juan Bautista

Beteta o Cuenca ¿1612? / Madrid 1667

He aquí una de las figuras pictóricas infravaloradas o prácticamente olvidadas a lo largo de varios siglos, que está siendo recuperada a medida que los ojos de la crítica prestan más atención a sus cuadros y, sobre todo, se cae en la cuenta de que algo de lo atribuido inicialmente a Velázquez era, en realidad, obra de su ayudante. Basta comprobar cómo en las historias del arte, hasta tiempos recientes, el nombre de Martínez del Mazo ha sido liquidado apenas con una mención de una línea con el latiguillo de «discípulo de Velázquez», mientras que en textos recientes es posible encontrar páginas enteras en las que se descubren los méritos de un artista que especializó su pincel en el retrato y el paisaje urbano.

Durante mucho tiempo se ha especulado con que pudiera haber nacido en un lugar no bien especificado de la serranía de Cuenca –quizá en Beteta- pero parece que finalmente hay que atribuir este hecho a la propia capital, a la vista de una partida de bautismo, localizada por Manuel Amores y fechada el 22 de mayo de 1605, en los fondos documentales de la parroquia de San Martín, donde figura un Juan Bautista, hijo de Hernando Martínez, natural de Alarcón y de Lucía Mazo, de Beteta. La actual Posada de San José fue la casa de su abuelo materno y en ella previsiblemente vivió la familia hasta que años más tarde Diego Mazo de la Vega, canónigo y arcipreste de la catedral, la adaptó para servir de Colegio de infantes de Coro de San José. De todas formas, prácticamente no se sabe nada de su vida infantil y juvenil, puesto que las primeras noticias ciertas que se tienen de él lo localizan como pintor en el desaparecido Alcázar de Madrid, donde trabajó a las órdenes de Velázquez.

La familia del pintor, una de las obras más representativas de Martínez del Mazo

Martínez del Mazo casó en 1633 con Francisca Velázquez y Pacheco, hija de Diego Velázquez, que tenía solo 14 años de edad y no hay suficiente información acerca de qué fue primero, si el amor o el aprendizaje en el taller del genio de la luz, pero puede parecer lógico suponer que conoció a la hija del maestro justamente porque tenía posibilidades de acceder a la casa para trabajar. Tuvieron varios hijos: Gaspar, Inés Manuela, José, Diego Jacinto, Baltasar, María Teresa del Rosario, Jerónima y Melchor, de los que solo cinco pudieron sobrevivir más allá de la primera niñez. Entre ellos, curiosamente, los tres que llevaron nombre de los Reyes Magos. Al morir Francisca casó con otra Francisca, de la Vega, con quien tuvo cuatro hijos más: Juan Antonio, Luis, Francisco y Fernando Felipe que al igual que su madre  murió pronto. El pintor volvió a casarse de nuevo, con otra “de la Vega” en esta ocasión Ana de la Vega que no le dio hijos. Con esta actividad matrimonial, “su hogar se llenó de hijos, motivando una escasez y pobreza que tantas veces le obliga a pedir protección real. Un testimonio muy entrañable de su vida familiar nos la da el cuadro de La familia del pintor, fechable hacia 1658, en el cual aparece su suegro pintando a la infanta Margarita” [Camón Aznar]. Por cierto que a través de una de sus hijas, María Teresa, el apellido Martínez del Mazo enlaza con gran número de casas reales europeas.

Al amparo de su suegro primero y luego por su propia valía, Martínez del Mazo se vinculó directamente a la actividad artística de la corte y en concreto de la corona. Fue ujier de Felipe IV 1634), profesor de dibujo del príncipe Baltasar Carlos y finalmente, al morir Velázquez, pintor de cámara real, cargo que ocuparía hasta su fallecimiento. En esa etapa, alrededor de 1657, ambos visitaron Italia y que dio como resultado una drástica evolución en la pintura desarrollada hasta entonces por Martínez del Mazo, que con esa experiencia evoluciona para asumir las nuevas tendencias artísticas que estaban tomando forma en aquel país. Realizó excelentes copias de Tiziano, Veronés, Tintoretto, Rubens y Jordan, de forma que su estilo, formado, obviamente, al amparo de Velázquez, dio un paso más en el camino hacia la modernidad que el maestro había abierto de forma tan genial. El pincel del conquense es aún más suelto, acentuando el toque impresionista que el sevillano había empezado a insinuar; a la vez, sobre todo en los paisajes, incrementa con tonalidades más densas la gama cromática disponible. Según Camón Aznar, el aprendizaje de Martínez del Mazo a la sombra de su maestro terminó hacia 1634, “es decir, en un momento en que ya el arte del gran maestro había superado todos los tenebrismos y su pincelada era fresca y abierta, y es esta técnica la que asimila su yerno” y afirma, rotundamente, que “podemos considerarle como uno de los pintores más refinados del siglo XVII. Nadie como él –en algunos aspectos parigual a Velázquez- ha pintado las atmósferas densas, palpitantes, de luces disueltas y apaciguadas. Sus neblinas envuelven en meladas y aristocráticas tintas a los temas de sus cuadros”. Podríamos decir, sin exagerar, que Martínez del Mazo aprendió todo lo que su maestro, el gran Velázquez, le enseñó pero lejos de actuar como un dócil discípulo o ayudante (de los que habían legión en torno a cada artista consagrado) se liberó de las ataduras para seguir su propio camino, encontrar elementos de distinción en la forma conceptual de aprehender la escena a reflejar y, en algunos momentos, superar las enseñanzas recibidas para mostrar una capacidad creativa que le acercan a la genialidad y le aproximan hasta rozar el mérito de su maestro.

No es fácil identificar la totalidad de la obra de Martínez del Mazo. Como miembro de un equipo de artistas, muchas de sus aportaciones se pierden de manera anónima. Son pocas las que se le pueden atribuir de forma indubitable aunque la crítica moderna ha acertado a deslindar un terreno totalmente confuso hasta épocas recientes, de modo que hoy conocemos ya que alguna obra en principio considerada de Velázquez, pertenece en realidad al pincel de su yerno y discípulo, mientras que alguna otra puede ser resultado de la colaboración entre ambos.

Entre la obra perfectamente identificada de Martínez del Mazo podemos encontrar un excelente retrato de La familia del pintor, donde aparece Velázquez pintando a la infanta Margarita. La Vista de Zaragoza, atribuida indistintamente a Velázquez y a Martínez del Mazo y que parece ya no ofrecer duda alguna sobre la autoría de este último, es «una obra espléndida, una de las cumbres de la pintura española de paisaje» (Morales Marín) y “tan bella que sólo puede compararse a la vista de Delf, por Vermeer. Hay en este cuadro una azulada claridad. Todo él pintado en las más gayas tintas, en una perfecta armonía de los tres planos de que se compone la composición[Camón Aznar]. De estilo similar debió ser una Vista de Pamplona que sólo se conoce completa a través de copias y de un fragmento conservado en el Museo Lázaro Galdeano, puesto que el original ardió en el incendio del Alcázar de Madrid (1734). Los dos retratos de Mariana de Austria revelan, sin duda, la influencia del espíritu observador y crítico de su maestro, mientras otros paisajes ‑Arco de Tito, Salvamento de Moisés‑ destacan por el generoso empleo de la gama cromática a que se aludía antes, sin que sea posible olvidar la fuerza realista de los dos bodegones conservados en el museo Lázaro Galdiano. Esa capacidad técnica se pone de relieve en los dos grandes apartados en que se desarrolla la obra del artista, los retratos, en los que nos ofrece una visión absolutamente fiel, sin concesiones, de todos los personajes de la corte y el paisajismo, en el que alcanzó un nivel de primera categoría entre los pintores de su época.

Vista de Zaragoza, una de las obras más significativas de un maestro del paisaje

Excelente dibujante, su habilidad para copiar era tan grande que, según Palomino, en esa técnica “fue tan único y especialmente en las cosas de su maestro que es casi imposible distinguir las copias de los originales”. Camón Aznar, en su exhaustivo análisis de la obra de Martínez del Mazo, afirma que “también es de su mano un retrato de Dama, de la colección Payá, en franca imitación de Velázquez. De Mazo son asimismo dos magníficos retratos que conserva el museo del Prado. Uno de ellos, del Príncipe Baltasar Carlos, vestido de negro, de muy clara filiación velazqueña. Y el otro, de la Princesa Margarita, retrato de exquisita caracterización, de un ambiente que nos hace penetrar en la intimidad del Alcázar y pintado también con muy bella entonación”, a lo que añade la posibilidad de que también sea del conquense La costurera, de la Galería Nacional de Washington, atribuida anteriormente a Velázquez, “muy abocetada y con un intimismo no demasiado frecuente en nuestra pintura”. El conjunto es el de un artista pleno, brillante, efectivo y de una acusada personalidad.

En agosto de 1999 se descubrió que la propia tienda oficial del Museo del Prado estaba vendiendo un póster con la reproducción de una obra de Martínez del Mazo, el Retrato de la Infanta Margarita, pero atribuyéndoselo a Velázquez. Durante un par de años se sucedieron las interpretaciones y discusiones entre los expertos, hasta quedar prácticamente resueltas en el 2001, por la afirmación concluyente del conservador del Museo del Prado, Javier Portús, en el sentido de que se trata de un problema superado, con juicios determinantes (Jonathan Brown, José Gudiol, Fernando Marías, Enriqueta Harris) que establecen como autor del famoso cuadro a Juan Bautista Martínez del Mazo. El Museo del Prado conserva en total 32 lienzos del pintor conquenses: 18 copias de grandes maestros, 10 paisajes y 3 retratos.

En estos momentos se puede considerar ya como obra plenamente identificada los siguientes títulos:

            1645. El Príncipe Baltasar Carlos (Museo del Prado)

            1647. Vista de Pamplona, fragmento (Museo Lázaro Galdiano) y copia (Museo Wellington, Londres)

            1647. Vista de Zaragoza (Museo del Prado)

            1650. Diana y Acteón (Museo del Prado)

            Hacia 1650. Diana y Calisto (Museo del Prado)

            1657. Jardín palatino (Museo del Prado)

            1657. El arco de Tito en Roma (Museo del Prado)

            Hacia 1657. La fuente de los tritones en el jardín de la Isla, de Aranjuez (Museo del Prado)

            Hacia 1657. El estanque grande del Buen Retiro (Museo del Prado)

            1658. La familia del pintor (Kunsthistoriches Museum, Viena)

            Hacia 1660. Paisaje con Mercurio y Herse (Museo del Prado

            1665. La infanta  Margarita de Austria (Museo del Prado)

            1666. Retrato de Mariana de Austria (National Gallery, Londres)

            1666. La cacería del tabladillo    

            1667. Mariana de Austria (Casa del Greco, Toledo)

            La calle de la Reina en Aranjuez (Museo del Prado)

            Edificio clásico con paisaje (Museo del Prado)

            Demócrito. Copia de Pedro Pablo Rubens (Museo del Prado)

            Mercurio. Copia de Pedro Pablo Rubens (Museo del Prado)

            Apolo vencedor de Pan. Copia de Jacques Jordaens (Museo del Prado)

            Diana cazadora. Copia de Pedro Pablo Rubens (Museo del Prado)

            Pelea de perros y lobos. Copia de Franz Snyders (Museo del Prado)

Obra dudosa entre Velázquez y Martínez del Mazo

            La merienda (Museo de Dusseldorf)

            La tela real (National Gallery, Londres)

            Milagro de San Francisco de Paula (Academia de San Fernando)

            Mujer cosiendo (Galería Nacional de Washington)

            La Infanta Margarita (Galería Imperial, Viena)

            La costurera (Galería Nacional, Washington)

Referencias: Nina Ayala Mallory, “Juan Bautista Martínez del Mazo: retratos y paisajes”.  Madrid, 1991; Goya, n´m. 221, pp. 265.276 / José Luis Barrio Moya, “Juan Bautista Martínez del Mazo: un gran pintor conquense del siglo XVII”. Revista Cuenca, núm. 33, primer semestre 1989; pp. 63‑69 / José Camón Aznar, Summa Artis. XXV: La pintura española del siglo XVII. Madrid, Espasa Calpe, 1985, pp. 384-390 / Peter Cherry, “Juan Bautista Martínez del Mazo, viudo de Francisca Velázquez”. Madrid, 1990; Archivo Español de Arte, pp. 511-527 / Juan Antonio Gaya Nuño, “Juan Bautista Martínez del Mazo, el gran discípulo de Velázquez”; Madrid, 1960, Estades, Varia Velazqueña, tomo I, p. 471 / José López Navío, “Matrimonio de Juan B. del Mazo con la hija de Velázquez”. Madrid, 1960; Archivo Español de Arte, núm. CXXX, pp. 387-419.