JAMETE, Esteban

Orléans, Francia ¿1515-1516? / Cuenca 05‑08‑1565

La leyenda y la fantasía acompañan el recuerdo de uno de los más grandes genios cultivados en el ámbito de Cuenca y cuyo camino por tierras españolas es bastante conocido, dentro de las incógnitas inevitables en los sucesos de la época, gracias sobre todo al detallado repertorio que de sus actividades y andazas aparece recogido en el proceso que le abrió la Inquisición y que, irónicamente, viene a ser un excepcional documento biográfico sobre su vida y un luminoso esbozo histórico del tiempo en que vivió.. Nacido como Etienne Jamet, ha pasado a la historia por su nombre castellanizado, Esteban Jamete.

Hijo de un maestro de cantería, oficio que también desempeñaron sus dos hermanos, Guillén y Juan, entró en España (1535) por Fuenterrabía, deteniéndose algún tiempo en ciudades del reino leonés, como León, Zamora y Benavente. Se sabe que trabajó en Salamanca como cantero y siguió luego hacia el sur, con estancias laborales en Medina del Campo, Valladolid, Burgos, Carrión de los Condes, Segovia. En Toledo (1537‑1538) dejó ya muestra fehaciente de su arte en la Puerta del Tesoro, de la catedral y en la decoración interior de la Puerta de los Leones, en este caso bajo la dirección de Covarrubias. No le retuvo mucho la capital toledana: poco después lo encontramos en Úbeda, donde al menos permaneció dos años, haciendo diversas labores en la Capilla de los Cobo, mientras que en Marchena colaboró en la decoración del palacio del duque de Arcos. Estaba en Sevilla (1545) cuando «falló una carta que desta cibdad de Cuenca le embiaban a llamar e se vino». Al parecer, el responsable de esa llamada fue el arquitecto Andrés de Vandelvira, que había trabajado en la catedral de Cuenca y que era yerno del maestro mayor de obras Francisco de Luna, en esos momentos activo en el templo y que pudo ser quien convenciera al cabildo para llamar a Jamete. Ese mismo año contrajo matrimonio con María González, natural de Becerril de Campos y hermana del entallador Tomás Vázquez. Sería su primera mujer, de la que enviudó, casando luego (1555) con María de Castro, natural de Villanueva de los Escuderos, cuando ella tenía apenas 17 o 18 años y él cifraba ya en los 40.

La vida de Jamete en Cuenca es bastante conocida, gracias al ya citado detallismo contenido en el proceso que le abrió la Inquisición. Estableció su vivienda en la calle de San Pedro, junto al Arco de San Nicolás y según todos los indicios, no fue fácil su vida, tanto por cuestiones laborales como por su indisimulado mal carácter. Su llegada a la ciudad coincide con el momento de esplendor que registran las obras de la catedral, en esos momentos impulsadas por el obispo Sebastián Ramírez de Fuenleal. La personalidad de Jamete ya había obtenido prestigio profesional y fama (mala, diríamos) por su carácter, con frecuentes disputas con sus oficiales y con sus vecinos, incluidas sus dos mujeres, a las que trató en forma desabrida, llegando incluso a la violencia. A ello hay que unir su inmoderada afición a la comida y, sobre todo, a la bebida, que debió ser un factor clave a la hora de participar en pendencias y su no menos locuacidad procaz en materia de religión, que fue el hecho clave que hizo intervenir al tribunal inquisitorial, donde se le acusó de hereje, apóstata y encubridor de herejes.

Estuvo preso dos veces en la cárcel real y en 1557 fue procesado y condenado a llevar sambenito. Esa es, a grandes líneas, la personalidad conflictiva y desde luego censurable de Esteban Jamete quien, a pesar de esos componentes humanos, fue un artista excepcional y un imaginativo creador que dejó su impronta en varias obras memorables. De la documentación conservada a través de los libros de fábrica y papeles notariales se puede seguir la trayectoria laboral de Jamete en Cuenca. Tuvo su taller cerca de la catedral, en la colación o parroquia de San Nicolás. En la catedral trabajó en la capilla de San Honorato, en la de Santa Elena, en el retablo de San Mateo y San Lorenzo, en las trazas de una sierpe para el cirio pascual y en el montaje de la reja que elaboró Hernando de Arenas para la capilla del deán Barreda. En otros apartados de la ciudad trabajó en el arco de entrada a la iglesia de San Juan, labró las armas reales para la cárcel real, intervino en el montaje de los arcos de triunfo que se levantaron en 1564 para celebrar la venida del rey Felipe II a Cuenca y trazó varios bocetos para bordadores.

El arco de Jamete es el más espectacular elemento de la catedral de Cuenca [Foto José Luis Muñoz]

El elemento arquitectónico más característico de Esteban Jamete y uno de los más representativos del renacimiento español es el arco de acceso al claustro de la catedral, conocido desde tiempos inmemoriales como Arco de Jamete, cuya atribución parece incontestable a partir de los testimonios que ofrecen algunos de los testigos que participaron en su proceso inquisitorial, que le señalan sin ambages como autor de esa obra memorable.

Un cierto sector de la crítica (Azcárate) entiende que la obra arquitectónica debe pertenecer a Alonso de Covarrubias, que por entonces trabajaba en el claustro de la catedral. Pero parece haber una tendencia mayoritaria en favor de considerar que Jamete no fue sólo el entallador (autor de las decoraciones) sino también el arquitecto responsable del monumental conjunto. Así lo entiende Chueca Goitia para quien el Arco «es pieza de extraordinaria importancia en nuestra arquitectura renacentista, pues une a su gran amplitud y vigor una asombrosa excelencia en el menor detalle. Una de las virtudes de esta composición de Jamete es su admirable manera de encajar en el paño norte del transepto. Ha sabido Jamete dar una singular majestad al gran arco de medio punto y hacer que el dinamismo de su línea venga reforzado con el gran círculo del rosetón, que ni buscado ex‑profeso hubiera resultado más propio. Medio punto romano, arquitrabe griego y fondo renacentista armonizan una vez más en su puro acorde clásico. Para dar amplitud al arco y a su arquivolta ‑medida en consonancia a su grandeza‑ las ágiles columnas corintias se superponen a las jambas y cortan la arquivolta por los salmeres con cierta heterodoxia».

Por su parte, otro ilustre historiador del arte español, José Camón Aznar, ha señalado dos aspectos en el arte de Jamete, al considerar el retablo de San Mateo y San Lorenzo, también en la catedral conquense: «Por un lado, sus columnas… son del más abarrocado perfil, con una complicación de contracurvas que revelan una exasperada asimilación del gusto hispánico. Y por otro, una tendencia a la monumentalidad, con decoración de espejos y guirnaldas en los fustes y con el empleo de cariátides en ritmos antiguos, de origen francés”.

Jamete había llegado a Cuenca en 1545 e inmediatamente acometió varios encargos menores, antes de ponerse manos a la obra del gigantesco empeño de levantar el Arco del claustro de la catedral, tarea variada que pudo acometer gracias a haber organizado un importante taller, en el que dio ocupación a numerosos oficiales y ayudantes. Más tarde (1547) se comprometió, junto con Sebastián de Arnani, a concluir la capilla del cardenal Francisco de Mendoza, también en la catedral, que había iniciado Pedro de Alviz, aceptando la parte de proyecto elaborada por éste. Al año siguiente (1548) le encargan y empieza a trabajar en el diseño de la capilla de Santa Elena, promovida por el deán Constantino del Castillo y que éste deseaba reformar al gusto de la época. A continuación, algunos autores quieren ver la mano de Jamete en las puertas de la sala capitular, obra inmensa que la investigación no ha podido dilucidar en cuanto a la atribución de su autoría. En cambio, sí es cierto su trabajo en el retablo de San Mateo y San Lorenzo, que elaboró para recibir la tabla de Martín Gómez, espléndida pintura del renacimiento conquense. Otras obras de la catedral que parecen pertenecer al taller de Jamete son la Capilla de los Apóstoles y el Cristo de los Sacristanes, en la capilla de San Bartolomé.

En la provincia, son obras documentadas de Jamete la portada de la iglesia de Santa María, en Alarcón; una capilla en la iglesia de San Pedro, en Huete; el retablo de la iglesia de Villanueva de Alcorón (Guadalajara) que en aquella época pertenecía a la diócesis conquense y la escultura del clérigo Villamayor que hizo para la iglesia de Castillo de Garcimuñoz en 1557 e intervino en las iglesias de Cañaveras y Villanueva de los Escuderos.

Referencias: J. Domínguez Bordona, Proceso inquisitorial contra el escultor Esteban Jamete; Madrid, 1933; Centro de Estudios Históricos / Gloria Martínez: “Datos sobre Esteban Jamete”. Revista Cuenca, núm. 7, primer semestre 1975, suplemento 1, s/p / Gloria Martínez y Encarnación Redondo Rubio, “Cuenca, centro principal de la producción artística de Esteban Jamete”. Cuenca. Ofensiva, 06-05-1959 / Laura María Palacios Méndez, El arco de Sebastián Ramírez de Fuenleal, una obra de Étienne Jamet (1546-1550). Cuenca, 2015; Diputación Provincial.