LORENZO GOÑI Y SUÁREZ DEL ÁRBOL
Jaén, 25‑01‑1911 / Lausanne, Suiza, 09-03-1992
Pintor, de características singulares, que volcó su creatividad en especial hacia la técnica del dibujo, en la que dejó ejemplares extraordinarios. Aunque nacido en la ciudad jiennense, la familia se trasladó pronto a Cataluña y en ese otro lugar, tan distinto del andaluz, se forjó y se formó la personalidad de quien, siendo todavía un niño de apenas cinco años, sufrió una enfermedad que entonces era gravísima y que le dejó una secuela de por vida: la sordera y, con ella, un carácter intimista, concentrado en sí mismo, con difícil comunicación con el exterior. Como él mismo decía, “sólo oigo mis rumores” lo que, por otro lado, no le impidió en absoluto ser una persona amable, cordial y de una sociabilidad exquisita. En la escuela primaria llamó pronto la atención de sus profesores por la facilidad y destreza con que manejaba los lápices para dibujar, antes incluso de que supiera escribir con soltura, pero en cuanto aprendió a leer se convirtió en un devorador de libros (historia, literatura) que le permitió adquirir pronto una amplísima cultura que luego le vendría bien para aplicarla a sus dibujos.
Huérfano de madre cuando tenía 18 años, su padre contrajo nuevo matrimonio, del que nació otro niño con el que Lorenzo apenas si llegó a tener alguna relación distante, sin intimidad entre ellos, circunstancia que acentuó su tendencia a la soledad. Al morir su padre en los primeros meses de la guerra civil se vio en la necesidad de encontrar un modo de subsistir, encontrándolo en el sindicato UGT en el departamento de propaganda, al que aportó su facilidad para el dibujo, mientras por su enfermedad quedaba al margen de ser movilizado.
Al terminar el conflicto, gracias a sus familiares navarros, entró en el departamento de publicidad de una revista madrileña mientras dibujaba sin descanso todo tipo de motivos, algunos tomados de la realidad y otros desarrollados desde una inventiva cada día más poderosa, en los aledaños de una fantasía desbordada. En ese periodo descubre el Museo del Prado y los grandes pintores españoles, por los que hasta entonces no había mostrado ningún interés. La fortuna o el destino (1944) pusieron en su camino a una persona que habría de ser de importancia vital para él: su mujer, Conchita, con la que tuvo una hija, Inés, igualmente de considerable trascendencia para iluminar el carácter de aquel ser solitario e intimista.
En 1951 viajan a París, donde entra en contacto con el mundo artístico de esa ciudad inigualable, conoce los movimientos culturales modernos y, de vuelta a España, estudia la técnica del grabado calcográfico en la Escuela Nacional de Artes Gráficas, con el maestro Castro Gil. Finalmente, y como siguiendo una tendencia natural, no escrita, Lorenzo Goñi da el paso desde el dibujo publicitario al arte mayor de la pintura, en el que dará forma y vida a un mundo complejo, riquísimo de matices y contenidos. Federico Muelas lo ha explicado de forma muy clara: “El mundo, los seres, las cosas de Lorenzo Goñi no tienen igual, ni remoto parecido, con las que creó y pobló la imaginación de El Bosco, de Goya, de Patinir o de cualquier otro pintor imaginativo. Son, si bien se mira, paisajes reales con una singularidad anormalidad. A veces no necesita ni siquiera de singularidad, pero su normalidad aparente se desenvuelve de tal modo por el mundo, que el pintor transmite una total extrañeza o una realidad más o menos singular, por esencialmente distinta. Frente a este mundo y a estos seres, el autor apenas si propone respuesta alguna. Están allí y son así porque no pueden serlo de otro modo. Hay, pues, una normalidad absoluta en la anormalidad que Lorenzo Goñi crea». En la década de los 50 entra abiertamente en el mundo de la pintura. Gana la 3ª medalla de Dibujo en la Exposición Nacional de Bellas Artes (1957), el premio Ayuntamiento de Madrid en el XI Salón de Grabado (1961) y, por fin, su primera exposición individual, en la galería Afrodisio Aguado, de Madrid (1962), a la vez que recibe el encargo de la Fundación Juan March para realizar un álbum de doce aguafuertes sobre “Tauromaquia Onírica”. Definitivamente, ya está inmerso por completo en el mundo del arte.
Su vida está marcada fuertemente por la impronta de varias ciudades: Cuenca, Albarracín y Salamanca. A Cuenca llegó en 1955, acompañando al fotógrafo alemán Nicolás Muller, que trabajaba en un encargo para el Ayuntamiento, actuando ambos bajo la mano protectora de Federico Muelas. Goñi se sintió atraído inmediatamente por la ciudad, no solo como espacio para vivir sino como escenario visual para dotar de imaginación su inagotable serie de dibujos. Encontró una casa en la calle de San Pedro, donde se hizo vecino de Enrique Domínguez Millán y Acacia Uceta y así dio comienzo a una relación de 30 años con la ciudad, que terminó en 1988 en que puso fin a ella molesto por la degradación ambiental y social que se estaba apoderando del casco antiguo.
Colaboró con sus dibujos en los números 7 y 16 de El Molino de Papel, dedicados respectivamente a Carlos de la Rica y Federico Muelas. Presentó una primera exposición de su obra en la Casa de Cultura, en 1968, el mismo espacio al que volvió en 1973. Una excelente muestra del arte de Goñi pudo verse en la Sala Almudí, de Cuenca, por iniciativa del Ayuntamiento, en los meses de marzo y abril de 1993. En esa ocasión, Carlos de la Rica escribió en el catálogo que “Goñi fue energía misteriosa configurada en escenarios existentes pero vueltos del revés, más reales cuanto más alejados de lo presente, transferido a la ensoñación, fatalmente incitado por los movimientos procedentes de los posibles infinitos”. A finales de 1999 y enlazando con el 2000 coincidieron dos exposiciones en Madrid; en la sala Juan Gris del Centro Conde Duque, una muestra antológica de óleos, dibujos, grabados, viñetas, ilustraciones para libros y otras creaciones, en las que no faltaban las imágenes femeninas de orondas superficies carnosas y en la Calcografía Nacional una espléndida colección de grabados, en los que destacaba sobremanera el protagonismo de Cuenca, ciudad que durante un largo periodo fue la principal fuente de inspiración para ilustrar la actividad creadora del artista, diseñador de un mundo absolutamente personal, en el que se reflejan sus miedos, la desconfianza hacia un tipo de comportamientos, pero, sobre todo, la soledad, la incomunicación en que Goñi se vio sumido a causa de la sordera, de la que podía salir indemne gracias a la eficaz ayuda de su mujer, Conchita. Trabajador incansable, constante en el manejo permanente de plumas, lápices o pinceles, con un trazo siempre diáfano pero, a la vez, cargado de simbolismo, dejándose llevar por una imaginación portentosa que encontró en el escenario de Cuenca el complemento adecuado para, sobre esas calles, callejas, rincones y tejados, trazar un mundo esotérico, poblado de fantasmas, brujas voladoras, mujeres de hermosas carnes al desnudo, duendes traviesos, gatos encaramados en los tejados, chimeneas humeantes.
Los dibujos de Goñi ilustraron libros hermosísimos de Mingote, José María Sánchez Silva, Camilo José Cela, Rafael Azcona, Enrique Laborde, Francisco de Quevedo, Luis Vélez de Guevara, Luis Antonio de Vega, Tomás Borrás, Fernando de Rojas, Miguel Pérez Ferrero y otros muchos.
Referencias: José Camón Aznar, “El arte de Goñi”. Revista Goya; núm. 110, septiembre-octubre 1972 / José García Nieto, “El cuaderno roto”. La Estafeta Literaria, núm. 511, 01-03-193 / José Hierro, Nuevo Diario, 14-1-1973 / Florencio Martínez Ruiz: “El gran Lorenzo Goñi vuelve a su Madrid después de haber vivido en Cuenca”. El Día de Cuenca, 28-12-1999, p. 19 / Florencio Martínez Ruiz, Cuenca y los enconquensados. Cuenca, 2003; Diputación Provincial, pp. 207-219 / José María Moreno Galván, Triunfo, 23-12-1972 / Federico Muelas, Goñi. Madrid, 1975; Ministerio de Educación y Ciencia. De la serie Artistas Españoles Contemporáneos / Raúl del Pozo, “Lorenzo Goñi dice que cree en los fantasmas”. Ofensiva, 30-07-1958 / Manuel Vicent, “Lorenzo Goñi: el ácido en la mirada”; Diario Madrid, 02-06-1970.