GÓMEZ, Juan

Cuenca c. 1555 / El Escorial 24-11-1597

Pintor, más famoso por ser padre de Juan Gómez de Mora que por su propia obra, que seguramente no rebasó los límites de la discreción, aunque fue honrado con el título de pintor de corte, por nombramiento de Felipe II el 23 de enero de 1593. Hijo de Gonzalo Gómez y nieto de Martín Gómez El Viejo, su nombre aparece documentado en Cuenca entre 1572 y 1592, con unos inicios profesionales en el taller familiar, al menos hasta la muerte de su padre, cuando comenzó un trabajo en solitario. En esa etapa inicial, en 1574 se concertó con el imaginero Giraldo de Flugo para hacer una imagen de Nuestra Señora de la Concepción para la villa de Olmeda, por encargo del vecino Yuste de Ortega; en 1579 el acuerdo del pintor es con los imagineros Giraldo de Flugo y Alonso Serrano el Mozo para hacer una imagen de Nuestra Señora para el convento de las Bernardas, en Cuenca y en 1585, otra vez con Flugo, para hacer una imagen de San Sebastián para la iglesia de Culebras. Ese mismo año concierta con Isabel de Moya pintar un retablo en la capilla de su propiedad, en la iglesia de El Salvador de Cuenca, fijando el precio en 60 ducados. En 1587, junto con su hermano Martín Gómez el Joven asumen la realización del retablo de la iglesia de Zafra de Záncara, que su padre, Gonzalo Gómez, había dejado sin terminar, como había sucedido con los de Villaconejos y Alcohujate cuya conclusión también asume. El mismo año pero en este caso con Bartolomé Matarana firma el contrato para pintar un retablo para la iglesia del convento de San Francisco, en Cuenca, tienen que tallar Matías Hernández y Alonso López. En 1588 aceptó el encargo de pintar para un vecino de La Hinojosa “una imagen de bulto de Nuestra Señora con su hijo en brazos recostado en el brazo izquierdo, la cual ha de dorar de oro fino y recamar de azul el manto con una faja de rebesco” y unos días después, el pintor junto con el entallador Giraldo de Flugo se comprometieron a hacer una imagen de la Virgen del Rosario para Bólliga y una imagen de la Virgen del Rosario para Olmeda de la Cuesta, que sería exactamente igual que la anterior. En 1589 es desde Palomares del Campo de donde le encargan una imagen de San Miguel para la ermita del mismo nombre, que trabajaría junto con el escultor Alonso Serrano y el pintor Quílez Moreno. En cambio, Juan Gómez contrata en solitario con el monasterio de Jesús y María de Huete, un retablo cuyo precio se fijó en 600 ducados y que desgraciadamente no podemos valorar, porque fue destruido. Ese mismo año, 1589, traspasa a Miguel Lerín, pintor vecino de Priego, el retablo de la iglesia de Villaconejos que aún estaba sin hacer.  Y en 1591 hace lo mismo con el de Alcohujate, en beneficio de Fernando de Mayorga. En 1591 aceptó hacer una imagen de Santa Quiteria para la iglesia de Cabrejas y al año siguiente reclamaba una deuda que tenían los vecinos de la villa de Pareja, por un establo que había hecho dedicado a San Ildefonso y que no había cobrado. La última noticia del pintor en Cuenca se produce a continuación, cuando se obliga junto con Fernando de Mayorga a pintar un retablo para la capilla que Gonzalo de Briones tenía en la iglesia de San Vicente, siendo Mayorga el responsable de pintar el retablo y Gómez de pintar las tablas.

En 1592 figura ya como vecino de Madrid, seguramente animado por su cuñado Francisco de Mora, arquitecto al servicio de Felipe II a abandonar los estrictos límites locales de Cuenca y buscar una proyección exterior, de manera que a partir de esos momentos sus trabajos en Cuenca pasan a ser inexistentes. Con toda evidencia, habría más posibilidades de trabajar en la corte que en una ciudad inmersa ya en una profunda crisis económica. Y, en efecto, el 23 de enero de 1593 recibe el nombramiento de pintor real, con un salario de cien ducados al año. Básicamente trabajó en El Escorial, tanto en el monasterio como en el pueblo. En el primer caso, fue autor de tres altares para la iglesia, uno dedicado a San Pedro Mártir y San Antonio, otro a Marta y María y uno más a Santa Úrsula y compañeras mártires; este último merece de la crítica la unánime consideración de ser su mejor obra. Para la iglesia parroquial de San Lorenzo de Abajo pinto un San Jerónimo, un Cristo Resucitado y un Martirio de San Lorenzo, además del retablo de San Bernabé. Para el convento de carmelitas descalzos de Segovia pintó un cuadro que representa a Cristo, la Magdalena y san Juan, que fue colocado en el coro. Este trabajo original lo completó con la realización de abundantes arreglos y repintes de obras de maestros extranjeros, como la Asunción de Nuestra Señora y San Jerónimo penitente, de Federico Zuccaro. Al parecer, también llevó a cabo la realización de un retablo para la Capilla Real de Atocha. Comenta Ceán Bermúdez en su nota biográfica que el rey “concedió a Francisca de Mora, su viuda y hermana del arquitecto Francisco de Mora, los 100 ducados por toda su vida, que había gozado su marido, para poder criar siete hijos que le dexó, y fue uno de ellos Juan Gómez de Mora, discípulo y sucesor de su tío Francisco en el empleo de maestro mayor de las obras reales”.

Bibliografía: Juan Agustín Ceán Bermúdez, Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes en España. Madrid, 1800; II, pp. 200-201 / Pedro Miguel Ibañez, Documentos para el estudio de la pintura conquense  en el Renacimiento. Cuenca, Diputación Provincial, 1990; pp. 183-202, 227 / María Luz Rokiski, “Juan Gómez, pintor al servicio de Felipe II”; Madrid, 1991; CSIC, Centro de Estudios Históricos, III Jornadas de Arte “Cinco siglos de arte en Madrid”, pp. 333-342