GASSET, Ángeles

ÁNGELES GASSET DE LAS MORENAS

Madrid, 09-08-1907 / Madrid, 31-03-2005

Personaje entrañable con una larga e intensa vinculación con Cuenca, cuyas calles antiguas recorría audaz y ruidosamente a bordo de un Dos Caballos de color azul. Nieta de uno de los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza, Eduardo Gasset Artime (1832-1884), sobrina del político Rafael Gasset y Chinchilla (1866-1927) dinámico ministro de Fomento, autor del Plan Gasset de obras hidráulicas y prima del filósofo José Ortega y Gasset (1883-1955). Su padre, José Gasset y Chinchilla (1870-1936) era el tercero de los hijos varones de Eduardo y eligió el camino del periodismo, fundador de El Gráfico, el primer diario ilustrado que apareció en España (1904), de manera que Ángeles creció en un ambiente ilustrado, culto y liberal y fue educada en unos principios de libertad y respeto que transmitió luego, durante toda su vida, a quienes la conocieron y trató. Inicialmente estudió en el Colegio Alemán de Madrid, en el que recibió una educación bilingüe hasta 1918 y luego pasó al Instituto Escuela, una de las más increíbles aventuras de la Pedagogía española, ejemplar institución condenada a desaparecer, como tantas otras cosas, tras la guerra civil; en ese centro ejemplar estuvo hasta 1925, adquiriendo una amplia formación no solo intelectual sino también en terrenos complementarios como el deporte, el teatro, las bibliotecas técnicas o los viajes culturales por todo el territorio nacional.

Renunció a seguir estudios universitarios superiores y prefirió dedicarse de inmediato a la enseñanza. Una vez obtenido el título de Magisterio se dedicó a la enseñanza de párvulos, con un amplio espíritu innovador que encontró en el mundo del teatro y de los títeres un gran pretexto didáctico. La guerra civil impuso un obligado paréntesis y el Instituto-Escuela se vio obligado a interrumpir las clases, lo que animó a Ángeles a abandonar Madrid para instalarse en París, en casa de su primo José, que ya había elegido el camino del exilio donde tuvo la oportunidad de fraguar una sólida amistad con la hija de éste, Soledad Ortega Spottorno.

De vuelta a España, emprendió con otras animosas mujeres, precursoras de un tiempo mejor, Jimena Menéndez Pidal y Carmen García del Diestro, una empresa que, pese a sus limitados propósitos, era gigantesca para la época: fundaron el Colegio Estudio, una entidad privada en tiempos de feroz estatalización en el que incorporaron como vehículo didáctico el teatro en general y el guiñol en concreto, como fórmula eficacísima para fomentar la imaginación y la creatividad infantil. Poner en marcha esta empresa, que inició su actividad el 29 de enero de 1940 fue una labor titánica, en un ambiente hostil plagado de todo tipo de obstáculos, que el animoso trío femenino fue capaz de afrontar con una auténtica voluntad de hierro. Del resultado del empeño habla todavía este ejemplar centro educativo, modelo de aplicación de los mismos criterios pedagógicos que sus impulsoras habían asumido en los años iniciales del siglo.

Pionera en España de la introducción de los títeres en la escuela, como elemento didáctico y lúdico inició su actividad como constructora de títeres a la sombra de Ramón Menéndez Pidal, quien le regaló cuatro muñecos de guante de origen alemán. Con ellos y en compañía de Jimena Menéndez Pidal comenzó a hacer títeres en Santander. Tenía ya 50 años cuando publicó sus primeras obras teatrales, expresamente pensadas para teatros de guiñol y retablillos de títeres. Títeres con cabeza (1958)y Títeres de cachiporra (1959) fueron esos primeros títulos, a los que siguieron La princesa cautiva y La canción del marinero (ambas de 1964), La bruja cigüeña (1967) con la que obtuvo el premio Doncel y Ocaybru: pieza de títeres (1989). Escribió el guion para una película infantil, El retablo de maese Pelos, que recibió el premio de Cultura Hispánica en el festival internacional de Cine para Niños en Gijón (1975). Varias de sus obras fueron posteriormente escenificadas por el conquense Grupo Larderos.

Descubrió Cuenca haciendo teatro aficionado, probablemente en 1935, formando parte de un grupo dirigido por José Luis Sáenz de Heredia que vino a representar una obra de Carlos Arniches, Las lágrimas de la Trini, y cuentan quienes vivieron aquella experiencia que la decadente y triste ciudad la impresionó fuertemente, hasta el punto de que ese recuerdo la acompañó durante años y al terminar la guerra fueron menudeando las visitas a Cuenca hasta que encontró la oportunidad de comprar una casa a precio asequible (15.000 pesetas) en el numero 27 de la calle de San Pedro, una vivienda con dos alturas y vistas a la Hoz del Júcar.

Luis Vázquez de Castro lo ha contado con gracejo y eficacia directa: “Era una verdadera delicia oírle contar las divertidas circunstancias y avatares que le llevaron de madrugada a la catedral de Cuenca (tó arriba, tó arriba) y desde allí quedar deslumbrada por la belleza del paisaje. Consecuencia de este flechazo fue su constante amor a Cuenca y la casa de Ángeles en Cuenca pasó a ser un lugar mítico y soñado y siempre lleno de gente divertida e interesante”, mientras que ella quedaba incardinada en el ambiente popular y doméstico del casco antiguo, en el que la presencia de su coche, un simpático Dos Caballos, era la señal visible y ruidosa de que doña Ángeles ya había vuelto, para gozo de la chiquillería del barrio.

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Una sesión de curritos de doña Ángeles, en el casco antiguo de Cuenca (Foto Ángel Suárez)

Enamorada de la ciudad, transmitió ese entusiasmo a sus amigos y pronto su casa de Cuenca se convirtió en centro de reuniones sociales y también punto de arranque de excursiones por toda la provincia, especialmente los pueblos abandonados de la Sierra en los que además llevó a cabo un importante trabajo, por encargo de Ramón Menéndez Pidal para recopilar canciones populares que pudieran ayudarle en sus estudios sobre el Romancero.

De forma paralela, se integró plenamente en el grupo de artistas que en los años 60 quedaron vinculados a Cuenca y dieron forma al grupo que puso en marcha el Museo de Arte Abstracto, empezando por Gustavo Torner, con el que pronto afianzó una sólida amistad. También en esa época comenzó su actividad como titiritera usando para ello una encantadora cueva situada en la planta baja de la casa de los Muguruza, en la plaza del Trabuco, con entrada por la Ronda del Júcar, organizando representaciones para los niños de la parte antigua, fieles a su cita dominical, siempre después de misa, con los curritos de doña Ángeles, que de esa manera encontró un peculiar sistema de hacer coincidir su afición por los niños, su vocación educativa, el amor por el teatro y el gusto por Cuenca, montando un encantador teatro guiñol que ella misma manejaba. Se definió siempre como titerera y así actuó, durante muchos años, sembrando ilusiones en las mentes infantiles de un barrio que tenía muy pocas oportunidades de ofrecer regocijo a sus niños. A partir de 1990 esa relación encontró un punto de apoyo en el grupo Títeres Larderos, que representó varias de sus obras no publicadas, como El ventano del diablo, El amalillo, Entre monstruos anda Pelos, etc.

La vinculación de Ángeles Gasset con Cuenca no termina en esta actividad infantil ni en sus riquísimas vivencias en la parte alta. A ella se debe también una iniciativa singular, espléndida, que pervive con digna elegancia para admiración de todos: la reconstrucción de la iglesia románica de Arcas, que ella concibió e impulsó, complicando en la idea a otros muchos ilusos que aceptaron el desafío y acertaron llevarlo a buen fin, implicándolos a todos en un movimiento colectivo que no ha vuelto a tener paralelismo ni continuidad en Cuenca. Devuelvo la palabra a quien fue testigo y cómplice de aquella aventura, Luis Vázquez de Castro:

“Ahí queda la iglesia de Arcas como una muestra más de las cosas bellas y valiosas en las que Ángeles puso su afán y cariño. El pueblo, agradecido, le ha dedicado una calle. Y estoy seguro de que su recuerdo perdurará entre otros muchos: su don Julio, su Honorio, el maestro de obras, su párroco y entre toda la extensa nómina de colaboradores a los que contagió su entusiasmo”

El amor al teatro, la afición por la escena y la representación, que al cabo fue el hilo conductor de su vida, la vinculó de manera profunda a Cuenca y ese es, por encima de cualquier otra consideración, el recuerdo que perdura entre varias generaciones de niños del casco antiguo, que de su mano descubrieron el mito, la magia y la invención. Al margen de esta actividad concreta, la casa de Ángeles Gasset fue un dinámico centro de inquietudes culturales en la Cuenca de la época. Al morir, donó su cuerpo a la facultad de Medicina con fines de investigación.

El festival de Títeres Titiricuenca-97 le ofreció un homenaje el 14 de junio de 1997, en la iglesia de San Pablo durante el que se le nombró Titerera Conquense y socia de honor de la Federación Española de la Unión Internacional de la Marioneta. El Ayuntamiento de Cuenca la recuerda habiendo puesto su nombre a una calle. El Ayuntamiento de Arcas la declaró Hija Adoptiva a título póstumo, el año siguiente al de su muerte

Referencias: Victoria Bermejo, “Recordando a la tía Ángeles Gasset”. El Día de Cuenca, 10-04-2005, p. 10 / Pedro Cerrillo, “Títeres con cabeza”. El Día de Cuenca, 10-04-2005, p. 10 / Luz González, “Ángeles Gasset trajo sus títeres para educar divirtiendo a los niños de Cuenca”. La Tribuna de Cuenca, 15-01-2024, p. 24 / J. Sainz Moreno, En la montaña de los niños de Ángeles Gasset. Madrid, 2006 (Adanae) / Ángel Suárez, “Centenario Ángeles Gasset, titerera conquense”. ArtDeCuenca, núm. 4, primavera 2007, pp 83-85 /. Luis Vázquez de Castro, “Ángeles Gasset, fundadora del Colegio Estudio”. El País, 01-04-2005 / Varios autores, Iglesia de Arcas. Lúcida imagen para el tercer milenio. Arcas, 2002; Ayuntamiento.