NÚÑEZ DE HARO Y PERALTA, Alonso

Villagarcía del Llano, 30-10-1728 / Ciudad de México, 26-05-1800

Nacido de familia noble, descendía de los Peralta de Alarcón (Quintanar del Rey, Cuenca) y de los Núñez de Chinchilla (Albacete). Dotado de una gran capacidad intelectual, destacó pronto por su disposición natural para los estudios. Siguió los de Filosofía y Teología con los dominicos de San Pedro Mártir, en Toledo, alcanzando el doctorado cuando solo tenía 18 años. Fue alumno destacado en el selectivo Colegio de San Clemente de los Españoles, en Bolonia, donde estudió Teología y, más tarde, obtuvo la cátedra de Sagrada Escritura, en el famoso colegio fundado por el cardenal Albornoz. A su regreso a España, fue canónigo en los cabildos de Segovia y Toledo, dejando en ambos una notable fama de erudito (conocía y leía el hebreo, griego, caldeo, latín, francés e italiano). En la catedral primada obtuvo por oposición la canonjía lectoral cuando solo tenía 23 años, dando inicio a una carrera de prestigio ascendente, como orador en Madrid y como visitador del arzobispado de Toledo.

En el cabildo toledano se encontraba cuando el 30 de diciembre de 1771 se le nombró arzobispo de México, diócesis en la que entró el 12 de septiembre del año siguiente, siendo consagrado por el obispo de Puebla el 13 de septiembre, en la iglesia de San Miguel del Milagro, comenzando de inmediato una gestión pastoral en la que desarrolló una notable energía, fundando el hospicio, la casa-cuna, el colegio de Tepozoltlan (que transformó en seminario de instrucción y retiro voluntario para sacerdotes con problemas, al que dotó de unas Constituciones que los expertos consideran del máximo interés para estudiar las mejoras introducidas en la formación del clero), el convento de capuchinas de Guadalupe, el colegio de Belén y otras instituciones similares, tanto educativas como de caridad. Impulsó los trabajos de construcción de la capilla de Pocito, en Guadalupe y la catedral metropolitana en Ciudad de México, además de incrementar notablemente los fondos de la biblioteca de la archidiócesis. En esa labor merece un especial apartado la fundación del hospital de San Andrés a partir de lo que había sido una residencia de jesuitas, dedicado inicialmente a todo tipo de enfermedades pero que a partir de 1788 alcanzó una notable especialización en el tratamiento de la sífilis y que además contenía la mayor farmacia de nueva España, un laboratorio y un departamento de disecciones y autopsias.

En 1787, la corona le añadió el título de virrey de Nueva España, a la muerte del titular, Bernardo de Gálvez y Madrid y en tanto llegaba el sustituto, Manuel Antonio Flores, por lo que ocupó el cargo apenas tres meses durante los que igualmente puso en marcha no pocas iniciativas: consolidó la creación de las intendencias provinciales para mejorar la administración del territorio y fundó un jardín botánico con plantas traídas desde todos los puntos de la colonia. Al cesar como virrey interino se le concedió la Gran Cruz de Carlos III y se le mantuvo el título honorífico de capitán general.

Casa Palacio de los Núñez de Haro en Villagarcía del Llano [Foto José Luis Muñoz]

Pese a su ya permanente vinculación con el territorio americano, no olvidó su tierra natal, en la que financió la erección de la actual iglesia de Villagarcía del Llano, construida entre 1790 y 1796 y en cuya sacristía se conserva un gran retrato del arzobispo, firmado por Joseph de Páez quien lo pintó en México.

Falleció después de un año de intensos sufrimientos físicos, tras haber vivido una existencia plena, dedicada con total vocación y entusiasmo a la tarea pastoral que se le había encomendado. Sus restos fueron enterrados con gran solemnidad en la cripta de los arzobispos de la Catedral de México. 

Fue autor de un amplio repertorio de textos de carácter religioso y doctrinal, especialmente dirigidos al clero diocesano: Instrucción pastoral (1773); Carta pastoral (1774); Instrucción pastoral [sobre la recogida de un libro] (1774); Hermosura de la alma y fealdad horrible de la alma en pecado (1777); Carta pastoral (1777); Constituciones del Real Consejo Seminario de Instrucción (1777); Instrucción pastoral [sobre extirpar abusos y prácticas no recomendables] (1779); Instrucción pastoral [sobre una epidemia de viruelas] (1779); Carta pastoral [desautorizando un sermón sobre la virgen] (1795). Estos documentos fueron posteriormente recogidos en tres volúmenes, editados en los años 1806-1807, con el título Sermones escogidos, pláticas espirituales privadas y dos pastorales.

Referencias: José María Álvarez Martínez del Peral, “Conquenses ilustres”. El Día de Cuenca, 08-03-1927 /

Mateo López, Memorias históricas de Cuenca y su obispado. Edición de Ángel González Palencia. II) Cuenca, 1954, pp. 160-161 /José Torres Mena, Noticias Conquenses. Madrid, 1878; pp. 813-814.