El Peral, 16-04-1935
Sacerdote, tras haber realizado los estudios en el seminario de Cuenca y pintor, tuvo a su cargo las parroquias de Almonacid del Marquesado y Almodóvar del Pinar, que tenía anejas también las de Chumillas, Solera de Gabaldón y Monteagudo de las Salinas para ser luego destinado a la de Casasimarro (1997) y finalmente a Villanueva de la Jara, donde además ejerció como capellán del convento de carmelitas. Había sido ordenado sacerdote el 31 de mayo de 1959, tras una dura estancia en el seminario donde compartió aula y experiencias con compañeros como Carlos de la Rica, Florencio Martínez Ruiz y Amador Motos. Esa labor parroquial la alternó prudentemente con su afición a la pintura, que le permitió intervenir en el retablo mayor de la iglesia de Almonacid del Marquesado, para el que pintó tres imágenes (Cristo Pantocrator, María y Santiago), pintadas en los años 70 del siglo XX. En su etapa de seminarista y primeros años de sacerdocio colaboró en la prensa conquense pero se dio a conocer como pintor con motivo de una exposición que presentó en 1974 la Casa de Cultura de Cuenca, con 23 mosaicos religiosos hechos con guijarros y catorce tejas con dibujos de Cristo y los Apóstoles aunque antes, en 1962, había ganado el concurso de carteles de Semana Santa. La figura de Silvino Navalón, reconocible siempre por sus gafas negras, se hizo habitual en los círculos culturales de Cuenca aunque sus intervenciones prácticas como pintor fueron muy contadas, pero siempre hizo gala de una singular bonhomía, que ejerció con generosidad y amistoso carácter. . «Extraño pintor de tejas», le ha llamado Carlos de la Rica, para añadir que «cautiva por su sensibilidad franciscana, miniando casi las figuras a las que deja fijadas en los barros de la teja» (El Día de Cuenca, 07‑01‑1996). Además de su dedicación pictórica, sobre todo por la vía de las restauraciones, escribió y publicó algunos poemas. Una timidez natural, que le animó a mantener posiciones poco relevantes, le impidió desarrollar más abiertamente la potencialidades creativas que tenía.
Referencias: Carlos de la Rica, “Las tejas que vuelan (Silvino Navalón)”. Revista Cuenca, 1990, núm. 36